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Oficialmente, el 14 de mayo de 1531 ocurrió la fundación de esta ciudad. Esta afirmación proviene de un decreto que se emitió 450 años después de la fecha en que se supone se realizó tal acto
Por: Enrique Vega Ayala
Cronista Oficial de Mazatlán
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Mazatlán, Zona Trópico, Sinaloa, México, a; 14 de mayo de 2021.- Oficialmente, el 14 de mayo de 1531 ocurrió la fundación de esta ciudad. Esta afirmación proviene de un decreto que se emitió 450 años después de la fecha en que se supone se realizó tal acto. Sin embargo, ha sido demostrado hasta la saciedad que en esa fecha y en este lugar no se realizó fundación alguna. Ese decreto extemporáneo está montado sobre un error de interpretación de un texto antiguo llamado “Crónica miscelánea de la Provincia de Jalisco”, atribuido a Fray Antonio Tello.
En realidad no hay ninguna noticia de un acto formal mediante el cual, durante la conquista o la colonia, alguien hubiese procedido a declarar fundada una población en estas playas ¡Y vaya que se ha buscado el documento donde conste el inicio de la edificación de la ciudad!.
El episodio de su origen es, probablemente, el acontecimiento histórico mazatleco que más atención ha merecido de quienes se han preocupado por reconstruir el pasado de nuestra ciudad. Con intenciones, criterios y bases documentales diferentes se han elaborado por lo menos cuatro versiones distintas sobre la fecha de la fundación. Si las ordenamos de acuerdo a la fecha de divulgación de cada una de ellas, tenemos lo siguiente:
- La primera que se difundió como oficial concedió la categoría de fundadores a don José María Canizalez y a doña Petra Zamudio. En los Apuntes para la estadística del municipio de Mazatlán, publicados en 1875, Santiago Calderón recogió un testimonio que atribuía a la familia Canizalez Zamudio de haber sido la primera en asentarse definitivamente en este puerto en 1806, construyendo su casa por el rumbo de Puerto Viejo (Playa Norte), donde entonces sólo existía una barraca que servía de morada ocasional a los soldados presidiales que vigilaban el atracadero.
- A finales de los años treinta del siglo XX, se dio a conocer una segunda versión, que nunca tuvo la categoría de oficial, con base en el “Informe del Gobernador Militar y Política D. Joseph Garibay al Comandante D. Pedro de Nava, de fecha 24 de septiembre de 1793, sobre el estado y jurisdicción del puerto de Mazatlán…” el Dr. Fernando Ocaranza Carmona en su obra Crónicas del Occidente de México asegura que la fundación del pueblo de Mazatlán se remonta al año de 1576, cuando gobernaba don Fernando Bazán, con el título de gobernador y capitán general las provincias de Chametla, Mayola, Copala, Culiacán y Sinaloa… y desempeñaba el cargo de Justicia el capitán Rodrigo de Olvera, que por recomendación expresa del Comandante y General (sic) socorrió con 17 hombres a los mineros de la sierra de Pánuco, seriamente comprometidos… [Por dicha acción se recompensó a] Martín Hernández, sus padres y hermanos, quienes encontraron por muy buena la proposición del gobernador para formar con todos los requisitos del caso, el pueblo de Mazatlán. Efectivamente, esto sucedió como se narra, pero la comunidad que nació en aquella fecha y a se ha ido desarrollando a lo largo de los años, primero bajo el nombre de Presidio de San Juan Bautista de Mazatlán, fue el pueblo que hoy conocemos como Villa Unión.
- Por su parte, en 1940 a través del “Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística”, Héctor R. Olea dio a conocer los resultados de un minucioso trabajo sobre el origen de Mazatlán, de la cual se deriva la tercera fecha fundacional (que tampoco ha alcanzado el reconocimiento formal de autoridad política alguna). Tras consultar el archivo franciscano ya mencionado, así como otros documentos antiguos y crónicas como la Demostración del vastísimo obispado de la Nueva Vizcaya, que en 1765 escribió el señor obispo don Pedro Tamarón y Romeral; “Las Relaciones del Virrey D. Miguel Grúa Talamanca, marqués de Branciforte del periodo del 12 de Julio de 1794 al 31 de mayo de 1798, tendientes a establecer baterías en Mazatlán para la defensa de las costas; el “Informe del capitán don José Esteban al intendente de Sonora D. Alejo García Conde, de fecha 24 de Julio de 1804”, y la Real Orden del Virrey D. Juan Vicente de Güemes Pacheco de Padilla, segundo conde de Revillagigedo; Olea afirma que la fundación definitiva y permanente del puerto de Mazatlán se inició al ser creado su gobierno autónomo, en lo político y militar, por real Orden del 23 de marzo de 1793 (sic). Don Adrián García Cortés, en 1992, publicó el documento referido por Olea y, corrigiendo la fecha (conforme a lo asentado en la orden real), solicita sea aceptada como fecha fundacional de la ciudad de Mazatlán, el 23 de marzo de 1792. El único ángulo discutible de esta propuesta, en mi opinión, es que no corresponde estrictamente al inicio del poblamiento del área del puerto, sino a la formación del primer gobierno autónomo que tuvo esta región; todo parece indicar que el puerto estaba deshabitado y así permaneció por un tiempo todavía y la sede del gobierno que encabezó Josep de Garibay fue El Presidio de San Juan Bautista.
- Por último tenemos la segunda versión oficial (que sustituyó a la de 1875), suscrita por el cronista de la ciudad Miguel Valadés Lejarza en 1979. A partir de una interpretación errónea de lo asentado por el padre fray Antonio Tello, Valadés sostuvo que Mazatlán fue fundado el día de la pascua del Espíritu Santo en el año de 1531. Como queda dicho, en 1981, luego de constatarlo en un calendario antiguo, el entonces cronista de la ciudad precisó que la fecha de fundación era la del 14 de mayo de cuatrocientos cincuenta años atrás.
Como se puede apreciar en este breve recuento, existe una gran cantidad de datos sobre el nacimiento de Mazatlán. Sin embargo, contra lo que pudiera esperarse, la profusión de investigaciones no ha propiciado aún el esclarecimiento definitivo del suceso en cuestión, pues a pesar del reconocimiento oficial que recibió la versión Valadés, muchos historiadores consideran, siguiendo lo planteado por Don Antonio Nakayama, que “los orígenes de la ciudad y puerto de Mazatlán son todavía nebulosos”.
Para muchos es difícil aceptarlo, pero lo más probable es que los primeros que levantaron jacales aquí lo hicieron sin pensar en quedarse. Estaban por estas playas de paso. Venían buscando fortuna no para hacer la vida. El lugar y el momento eran propicios para el contrabando de minerales. Llegaban a manejar su tráfico y se iban. Con muchos de ellos eso pasó. Por la naturaleza de sus “negocios”, la discreción era fundamental. De ahí que nadie llevara registro de quiénes llegaron primero, de quién realizó la construcción de los primeros jacales. En esas condiciones difícilmente hubo formalización, ya no se diga acto legal alguno, de la fundación, lo cual hace prácticamente imposible precisar fecha de origen de la ciudad y puerto de Mazatlán.
Lo he dicho muchas veces y lo vuelvo a repetir: Cuando la población se formó en este puerto, era como pueblo fantasma en un sitio privilegiado para el contrabando de oro y plata de los reales de minas de la sierra cercana. Probablemente sus primeros pobladores fueron en su mayoría aventureros, filibusteros y prostitutas. Al principio, este era un pueblo sin nombre, sin ley, sin dios.
La ubicación de esta localidad se dio en un sitio casi inhóspito, poco propicio para la habitación humana permanente. En una superficie muy irregular, entre cerros y marismas, sin fuentes cercanas de agua dulce corriente.
El contrabando, naturalmente, implicó ciertas formas de vida clandestina con marcados rasgos de provisionalidad, que configuraron el “toque de distinción” de nuestro puerto. Las altas tasas de ganancia que se obtenían del comercio ilegal y el incremento constante del volumen de mercancías traficadas por aquí originaron un crecimiento acelerado de la población. La conquista de fortuna era el móvil para estar aquí, en medio de un zancudero; para vivir y disfrutar lo acumulado habría mejores sitios después.
Muy a su pesar, algunos se fueron arraigando. A algunos, de los que vinieron a estar “solo mientras se hacían ricos”, los atrapó la marisma. Esos, los que se fueron quedando, se las ingeniaron para sobrevivir sin fuente de agua dulce cercana y permanente. Alemanes, españoles, franceses, norteamericanos, italianos, filipinos, juntos, pero no revueltos, echaron raíces y, con muchos mexicanos, formaron un poblado singular: multicultural, cosmopolita. Inicialmente la convivencia de tantos seres humanos de diversa procedencia debió ser difícil.
La clandestinidad propia de los negocios de la mayoría, los intereses particulares de cada quien, los de sus empresas y a lo sumo los de su colonia nacional, prevalecían por encima de los de la colectividad poblacional que estaban conformando.
El gentilicio común de mazatlecos contribuyó a darle mayor fortaleza al arraigo. La virulencia de la competencia comercial (que amenazaba con despojarlos de las ventajas lucrativas de que gozaban, con el escándalo armado por los empresarios del puerto de San Blas, acusando a los mazatlecos de toda suerte de negocios ilegales), les exigió la unidad por encima de las diferencias. Simultáneamente, la suma de sus almas habitantes en número mayor de tres mil, les dio la oportunidad para forjar ayuntamiento. No sólo en el sentido que tal proceso implicó en cuanto a la constitución del órgano de autoridad, sino por la importancia que tal hecho tuvo en la consolidación de la identidad comunitaria.
De esta suerte, Mazatlán nació en una azarosa conjunción de esfuerzos para, hacia afuera, enfrentar unificadamente, con éxito, a sus contendientes en el plano de la competencia marítimo comercial; y, en el fuero interno, individualmente, para aceptarse como parte de una comunidad que compartía el mismo espacio residencial; cuya hostilidad geográfica sólo podía ser vencida por acciones emprendidas de común acuerdo. El resultado de la suma de talentos y recursos de varias generaciones de migrantes y nativos fue el acondicionamiento paulatino del sitio, a fin de volverlo apto para vivir con relativa comodidad.
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