Antonio Nakayama en su Parva crónica de un puerto señala: “Sin embargo, [a pesar de su indiferentismo [la población porteña] no llega al extremo de olvidar por completo sus deberes para con la divinidad, así …los primeros moradores levantaron una pequeña ermita similar a cualquier jacal de Sinaloa: de paredes de vara y lodo y techo de zacate o palma, pero el aumento de la población hizo que las autoridades eclesiásticas nombraran un Vicario fijo en el puerto, y que se buscara la manera de edificar un templo más de acuerdo con la creciente importancia del poblado”
Por: Enrique Vega Ayala
Cronista Oficial de Mazatlán
Mazatlán, Zona Tròpico, Sinaloa, México, a; 29 de junio de 2025.- La iglesia católica más antigua del puerto fue edificada a partir de 1831 y se inauguró en el año de 1842. La construcción original fue fabricada de adobe crudo enjarrado. Tiene una torre de un solo cuerpo; y, originalmente tenía un baptisterio y un portal en el costado sur, además del área del Coro. De acuerdo con el catálogo de monumentos e inmuebles coloniales, artísticos e históricos del Sistema de información cultural nacional, la edificación está clasificada como “pequeña nave rasa, con muros de mampostería y una sencilla fachada de lenguaje neoclásico simplificado… [cuyo] acceso se da mediante un arco de medio punto, simplemente enmarcado por jambas y cornisamentos tradicionales; sobre éste aparece una sencilla ventana coral”.
Antonio Nakayama en su Parva crónica de un puerto señala: “Sin embargo, [a pesar de su indiferentismo [la población porteña] no llega al extremo de olvidar por completo sus deberes para con la divinidad, así …los primeros moradores levantaron una pequeña ermita similar a cualquier jacal de Sinaloa: de paredes de vara y lodo y techo de zacate o palma, pero el aumento de la población hizo que las autoridades eclesiásticas nombraran un Vicario fijo en el puerto, y que se buscara la manera de edificar un templo más de acuerdo con la creciente importancia del poblado”.
La construcción de esa capilla tomó “once años de trabajos lentos y fatigosos que dieron como fruto una pequeña capilla, sólida y con una torre, techada con teja y que careció de atrio durante muchos años. La iglesia de San José que por largo tiempo serviría como templo parroquial, pues para la fecha en que se terminó, Mazatlán ya era Parroquia y Vicaria Foránea a cuyo frente se encontraba el Br. Pbro. Don José María Llausac, quien desde luego solicitó el permiso para efectuar la bendición, siéndole otorgado el 26 de febrero de 1842 por el Ilmo. Sr. Dr. y Lic. Don Lázaro de la Garza y Ballesteros, obispo de Sonora. Si tomamos en cuenta que la capilla fue dedicada a San José, lo más probable es que el acto de la bendición se haya efectuado el 19 de marzo de ese año, fecha del calendario católico señalado para la festividad del santo patriarca”, cierro cita de Nakayama.

Los trabajos para erigir esta casa de oración se iniciaron pues hacia 1831. Sobre su financiamiento, el distinguido historiador mazatleco José C. Valadés publicó una lista de personas que contribuyeron para su construcción. En esa relación aparece un fuerte donativo de $500.00 hecho por la casa Barre y Kennedy; otro de 500 tejas, de Juan José Flores; un mes de trabajo con dos burros, de un señor Fegino (sic); un día de trabajo con tres burros, de Ignacio Bravo y algunos más.
De acuerdo con los datos proporcionados por Luis María Servó, a mediados del siglo XIX, el territorio de lo que hoy es la Diócesis de Mazatlán en lo eclesiástico estaba integrada por dos parroquias: la de Mazatlán y la de Rosario. La de Mazatlán comprendía los curatos del puerto, el de la Villa de Unión, San Sebastián, Copala, La Noria, San Ignacio y San Javier de Cabazán; la del Rosario incluía el curato de aquella ciudad, Cacalotán, Chametla, Escuinapa y La Concepción; todos estos curatos, a excepción del último, dice “tienen cura de almas y desempeñan ellos solos las tareas del ministerio sagrado”. El personal a cargo de todas estas parroquias se completaba con un sacristán, un cantor y su ecónomo o mayordomo de fábrica; aunque, asegura Servó, “en algunos de ellos, incluso este puerto, los señores curas lo administran por si mismos por disposición del señor Obispo”.
Los datos relativos al aspecto eclesiásticos descritos por Servó señalan finalmente: “La [parroquia] de Mazatlán tiene una iglesia que apenas es bastante para la población, servida por un cura y un teniente cura. Tiene también esta parroquia de Mazatlán un Campo Santo a extramuros de la población, situado al NE de ella y con bastante capacidad para su vecindario”. El panteón al que se refiere bajo la denominación de terreno sacro es el que se localizaba en el paraje conocido como Parque de los burros (hoy Plazuela Ángel Flores). Ese predio estaba dividido en dos fracciones, la mayor para el servicio de los católicos y la más pequeña para el de los Protestantes.
La campana que estaba destinada al servicio de la iglesia de San José estuvo durante muchos años sobre la calle, hasta que, en la época de la intervención francesa, la tropa de ocupación se encargó de colocarla en la torre, según Oses Cole. Por esa larga permanencia fuera de su sitio normal, la calle empezó a ser conocida como De la Campana, nombre que aún conserva oficialmente.
No hay lugar a dudas sobre la advocación a San José de esta capilla desde el inicio. Incluso, en el altar mayor, destaca la escultura del San José, caracterizada comúnmente por tener al niño Jesús en sus brazos. En este caso la imagen tiene la peculiaridad de que el santo y el niño se están mirando a los ojos. En casi todos los documentos antiguos conocidos sobre esta capilla siempre aparece bajo el nombre de San José. Sin embargo, un documento oficial gubernamental, un inventario detallado del inmueble levantado por la Oficina de Hacienda de Mazatlán, el 15 de junio de 1897 señala: “Su nombre es San Joaquín” y la describe así “Ocupa una superficie total de 1381 metro 25 cuadrados incluso el atrio y anexos. Linda: al norte con casa de la familia León, Calle San Germán (hoy Canizales) de por medio; al Sur, con la Cárcel Pública, Plaza Morelos y la Calle del Faro (hoy 21 de marzo) de por medio; al Oriente, con casa del Señor J. Rippey, Calle de la Campana de por medio y al Poniente, Callejón sin nombre de por medio, con fincas de Señorita María Silvestre Cruz. Destinado al servicio del culto católico. Está encargado interinamente del cuidado y conservación del edificio el cura Párroco Miguel M. Elizondo, por nombramiento del Obispo de esta Diócesis, pero no tiene título de posesión. Por no haber documentos en que fundar su avalúo se calculó su valor por personas entendidas en $10,000 – diez mil pesos más o menos. Este templo está construido de adobe crudo engarrado con mezcla; el techo es de azotea. El pavimento de cuerpo es de madera, la Sacristía está enlosada de piedra cantera. El Bautisterio con ladrillo. El atrio circundado con un barandal de madera está enladrillado y tiene tres puertas de fierro, una al norte, otra al oriente y otra, al poniente. Además, tiene una torre de un solo cuerpo, dos campanas y una esquila”. Concluye: “Carece de títulos y planos y de permisos o autorizaciones del Gobierno”. El error en el nombre seguramente se debe a uno de los típicos yerros burocráticos, pero no deja de llamar la atención.
En 1855, ya el cónsul francés Philippe Martinet, señalaba que era insuficiente, “la mitad de los que siguen los oficios tiene que permanecer afuera”. Así se mantuvo por largo tiempo. La edificación de la nueva iglesia parroquial, basílica y catedral luego, aliviaron la presión por la reducida capacidad del templo de San José; pero, las autoridades parroquiales terminaron cediendo y durante la primera mitad del siglo XX se le fueron acumulando modificaciones al edificio, mediante las cuales se incrementó el cupo de fieles y se le hicieron adaptaciones con el propósito de ofrecer mayor comodidad. Esos anexos realizados en la casa parroquial, con la demolición del bautisterio y parte de los muros, los arreglos a la sacristía y la ampliación del cuerpo principal “alteraron gravemente el partido arquitectónico original”, dice la ficha del inmueble en el catálogo ya citado.
En los albores del siglo XXI, de nuevo se intervino arquitectónicamente mediante reparaciones a fondo en muros y techos, también se efectuaron algunas adecuaciones como pintarla, para darle el tono sugerido en un óleo obra del pintor mazatleco Germán Tirado (obra que data de los años cincuenta del siglo pasado y que empezó a circular en los primeros tiempos de las redes sociales); y, hacia 2005, por primera vez, se le colocó iluminación artística a la fachada, que funcionó alrededor de cuatro años. En agosto de 2011, tras un chubasco el predio de San José perdió la parte frontal del enrejado y la escalinata de acceso desde la calle Campana al atrio, que fue reconstruida tras una prolongada pugna social por la reparación.








