Una obra profunda e impactante que nos muestra las tinieblas que nos cubren como humanidad.
Ramón Gómez Polo se auto dirige y personifica a Eduardo, un sujeto que tiene cosas guardadas, un padre de familia a punto de jubilarse que constantemente se lava las manos con café porque le gusta el olor a café, y usa una grabadora, para dejarle un mensaje a Eduviges, su esposa.
Él, se desmorona frente a ella -la grabadora-, cuando le confiesa sus inquietudes, sus pensamientos malsanos y sus más caras aspiraciones. Le habla del odio que le profesa a la vecina, a Ari, la pareja de su hija Tita a quien también odia porque según él, lo detesta, (y también le platica de como extraña el olor a café y tabaco que desprendía su papá, y le llena de nostalgia el recuerdo).
Le habla de sus anhelos de ser el mejor bailarín de TAP con canciones de José José, y luego el mejor violinista, le habla de los celos que sentía de Raymundo Galván, y que desaparecen cuando descubre al tal Raymundo besando a un hombre en un callejón oscuro, y después se van caminando hasta que se los traga la oscuridad.
También le habla de sus deseos de venganza: de matar a Georgina la vecina, a Ari, a Raymundo, a su propia hija y a ella misma.
Cuando logra su cometido, le describe como mató a cada uno de ellos y de como permitirá que escuche la grabación antes de matarla, pues no tiene valor para decírselo él mismo, lo último que dice a la grabadora es: “fuiste el amor de mi vida”. Acto seguido, apaga el aparato, ya todo esta listo.
Con parsimonia se lava las manos con café tibio, enciende un reproductor de música y se dispone a escuchar “el triste”.
Sinceramente, esperaba que Ramón Gómez Polo, llenara el escenario con su presencia, esperaba que transmitiera emociones que atraparan y contagiaran a la audiencia, esperaba que lograra que la gente amara, compadeciera, riera y odiara a su personaje.
Esperaba muchas cosas, porque es una osadía enorme auto dirigirse, cuando se trata de un monólogo tan intenso y profundo, que toca fibras y muestra rasgos de personalidad que rebasan los límites de la cordura, la psicopatía y la inmoralidad.
Yo esperaba muchas cosas y, apreciable lector: mi esperanza no fue vana.
Desde acá felicito a Ramón Gómez Polo, y le mando un aplauso.
…de pie.
Visitas: 37