Pocos en Mazatlán conocen su verdadera historia, uno de ellos es Enrique Vega Ayala, Cronista Oficial de Mazatlán, quien como es su costumbre, amablemente accedió a que publicáramos la versión que él tiene sobre el origen y propósitos de este puente que llama poderosamente la atención de locales y visitantes, los que luego de apreciarlo se quedan con dudas sobre el mismo. Así que para que ya no suceda esto, a continuación les presentamos la historia de este Puente, descrita por Vega Ayala…
Por: Enrique Vega Ayala
Cronista Oficial de Mazatlán
El puente colocado sobre la ladera del Cerro de la Nevería que da hacia el Paseo Claussen es un extraño atractivo visual para propios y extraños. La foto de ayer nos muestra una construcción en medio de un entorno natural que no nos ofrece mayor posibilidades de explicación sobre su origen y utilidad.
La reconstrucción de su historia nos indica que ese puente era apenas una pequeña parte de un camino carretero que circundaba el Cerro de la Nevería. En su tiempo significó la cristalización de un viejo anhelo de los mazatlecos de varias generaciones. Por documentos localizados en el Archivo Histórico Municipal sabemos que, por lo menos desde 1895, se habían presentado proyectos para sustituir la vieja vereda de acceso a la cima de ese cerro por un verdadero paseo público que lo circundara hasta llegar a la cumbre. Finalmente, en octubre de 1931 se resolvió oficialmente su apertura. La Junta Federal de Mejoras Materiales construiría una nueva vía de acceso que permitiera a mazatlecos y a visitantes fuereños disfrutar la vista panorámica que ofrece esa eminencia redonda.
Sin embargo, como suele pasar con muchas obras públicas, luego de la toma de la decisión pasaron varios años antes de que se concluyeran los trabajos correspondientes. Los ingenieros Jesús G. Ortega y Emilio L. Ochoa fueron quienes proyectaron y dirigieron su construcción. El 12 de junio de 1935 se inauguró, abriéndose al tránsito vehicular el puente y el túnel que se edificaron con el propósito explícito de embellecer ese paseo. En un extraño, pero oportuno homenaje, el Paseo se llamó “General Juan Domínguez”. Este personaje enfrentaba una dura confrontación política a nivel nacional, como Gobernador del Territorio de la Baja California (de donde era nativo), justo en el tiempo en que se realizó el bautizo oficial de la rúa. Todo indica que este militar había tenido a su cargo la zona militar de Mazatlán algunos años atrás y probablemente contribuyó en la realización del Paseo, autorizando la participación de la tropa bajo su mando en las obras. Aunque también podría tratarse de un homenaje por haber tenido alguna intervención, no documentada, en la defensa del puerto contra los embates de la llamada “Revolución Escobarista”.
Por supuesto que, de ese camino construido para llevar a los paseantes a la cima del cerro, además de la “vista panorámica”, llamaba poderosamente la atención el puente mirador -diseñado bajo el estilo de los viejos puentes de ferrocarril, en boga todavía por aquellos años-, donde la carga de adrenalina se incrementaba ante la majestuosidad del vacío abierto a los pies del visitante. Adicionalmente, para reforzar la imagen romántica de la vía, el puente remataba en un pequeño túnel, a través del cual se iniciaba la última etapa de ascenso a la cima.
Contra lo que puede pensarse hoy día, el paseo podía realizarse en automóvil. El puente era muy estrecho y sólo podía transitarse en un sólo sentido a la vez. Claro, en aquellos años el número de autos no generaba congestionamiento vehicular aun en los momentos de mayor afluencia de visitantes. Un barandal de hierro fundido tubular, de estilo “decó”, servía como protección a los paseantes a lo largo del puente.
El ciclón de 1943 por los deslizamientos de piedras que ocasionó en aquél camino; y, en 1956, los trabajos de ampliación y pavimentación del Paseo Claussen, dejaron inutilizable el camino circundante de acceso al Cerro de la Nevería. Es probable que las dificultades para subir a este cerro y los altos costos que implicaba la introducción de servicios a esos terrenos retrasaran su fraccionamiento y venta para construcción de inmuebles. Sólo la ladera del norte empezó a poblarse por allá en los años cuarenta; claro además de la ladera oriental donde había nacido la ciudad.
Para cuando, en 1971, un decreto presidencial definió legalmente el estatus de las propiedades y permitió su utilización inmobiliaria ya el puente y el túnel apenas si quedaban como vestigios de lo que había sido un área recreativa a finales de la primera mitad del siglo XX. Hoy, un cerco de púas y un muro levantado con paneles de “Tablaroca” separan al puente del túnel, los dos elementos vistosos del original paseo sobre el Cerro de la Nevería.
El puente ha quedado para la posteridad como mero elemento decorativo del paisaje en el sector de malecón más visitado cotidianamente; además de llamar la atención porque efectivamente va de ningún lado a ninguna parte, pues su perfil actual resalta la aparente inutilidad del puente al haber quedado ubicado entre dos fincas.
En estos tiempos de turismo de masas, el multicitado puente sólo alimenta la fantasía de quienes lo miran por primera vez y obliga a sus guías, profesionales o aficionados, a responder a la inevitable pregunta ¿Qué hace ahí ese puente? Por supuesto no falta quien le haya inventado un origen colonial ¡Parece tan viejo! Otros lo asocian a la subida del hielo a la cumbre ¡Por algo el cerro se llama de la Nevería! Otros más lo imaginan con tendido de vías para pequeños carromatos de carga que debieron servir para bajar piedras (Algunos han visto fotos donde aparecen vías a la orilla del mar en Olas Altas y ligan el puente con esas vías férreas temporales). Sin embargo, quien no quiera dar muchas explicaciones puede recurrir a la sensata especulación que alguna vez le escuché a un niño: “Lo hicieron pa’ adornar la cueva del diablo ¿verdad?”
Visita el Paseo Claussen y conoce este puente y la Cueva del Diablo además de otras maravillas…