Lo largo de su historia, antigua y moderna, Mazatlán ha sufrido los embates de tormentas tropicales, ciclones tropicales o huracanes, unos más desbastadores que otros. Pero y tal vez, el que más recuerdan los mazatlecos es el Olivia, mismo que causo grandes pérdidas materiales y humanas. Hoy, a 50 años de ese suceso natural, lo recordamos…
Mazatlán, Zona Trópico, Sinaloa, México, a; 24 de octubre de 2025.- El 24 de octubre de 1975 pegó en Mazatlán el ciclón Olivia, el más fuerte que hemos sentido, con vientos hasta de 180 km por hora, recuerdo que cuando creíamos que todo había pasado, tomó más fuerza, y es que, el ojo del huracán había pasado por aquí, esta situación hizo que las casas se cimbraban, el tiempo transcurrido fue de aproximadamente de 4 horas, tiempo que bastó para dejar la ciudad devastada, sin agua, sin luz, y desabasto de alimentos.
La luz tardó muchos días en llegar, 15 al menos, por lo que las veladoras, velas y quinqués fueron colocados en las casas para iluminar las noches frescas, dentro de todo lo malo, el huracán se había llevado también el calor.
Al no haber tampoco agua, los vecinos se ponían de acuerdo para que una pipa les llevara el preciado líquido, otros más eran apoyados por familiares, quienes en sus vehículos les llevaban agua, tarida esta desde el río presidio, allá en Villa Unión y de otras partes.
Al paso de los días los servicios fueron regularizándose y la ciudad poco a poco fue volviendo a la normalidad.
Creo que, ni antes ni después de Olivia, ha pegado un huracán tan fuerte como este.
Fueron muchas las tragedias que este Ciclón Tropical trajo, decenas de pescadores desaparecidos, embarcaciones hundidas, así como muchas pérdidas materias, entre otras muchas más.
Como toda ciudad o población en donde la mayoría de su gente profesa la religión católica, una tragedia como la narrada en el presente, incentiva, acelera o induce a sus habitantes a acudir a la fe, y en este caso, dio como resultado el aceleramiento de la venerada “Virgen de la Puntilla”.
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La Experiencia de Rubén Romero Ibarra, presidente de la Crónica de Sinaloa:
Huracán Olivia en Mazatlán a 50 años de su furia desbastadora
Mazatlán, Zona Trópico, Sinaloa, México, a; 24 de octubre del 2025.- Eran pasadas las 05:00 UTC del 25 de octubre de 1975, cuando se empezaron a sentir en el puerto las ráfagas de viento que azotaban árboles, techos de lamina y los postes de luz eléctrica, los que se balanceaban junto con cables y trasformadores.
Aunque desde un día antes; ya se dejaba sentir un ambiente atmosférico huracanado con rachas de lluvia y viento que repentinamente aparecían y se quitaban.
En ese entonces mi familia compuesta de 12 miembros, más mi abuela paterna, vivíamos en la Colonia Reforma, en la calle Juventino Rosas numero 18, a escazas 3 cuadras y media del malecón, tenia 12 años y estaba en sexto año de primaria, y como todo niño curioso, la tarde del día 24 de octubre a fui asomarme al mar, a ver reventar las olas y, en efecto, tal como lo esperaba, el mar estaba bravo, pero no lo suficiente para considerarlo como amenazante.
Recuerdo que esa noche, a la casona de techo de tejas y pesadas vigas de madera que habitábamos, papá y mamá le empezaron reforzar las dos grandes ventanas de madera y vidrio que daban al frente, luego empezaron a poner trancas de madera en la puerta que daba la calle y en la del patio, ambos trajinaban de aquí para allá muy preocupados y asustados, mientras yo y mis hermanos más pequeños parecía que estábamos de fiesta, brincando de aquí para allá, observando pegados a la ventana la lluvia y las ráfagas de viento que azotaban levemente.
Después de esto, ya muy entrada la noche, mi madre nos pidió a todos que nos fuéramos a dormir, pero les recomendó a mis hermanas más grandes que estuvieran atentas a los vientos, pues pareciera que el ciclón Olivia iba a pegar en Mazatlán, al escuchar esto, desde entonces supe que a los huracanes se les bautizaba con nombres de mujer. Algo nuevo para mí. Luego me venció el sueño y ya no supe más.
No sé cuántas horas pasarían pero era muy de madrugada y aún estaba oscuro cuando desperté, lo hice como consecuencia del fuerte ruido que azotaba las ventanas, lo primero que vi cuando abrí los ojos fua a mi abuelita Chabela rezando el rosario muy afligida y acongojada, cuando me asomé por las ventanas vi como los postes de la luz estaban todos tumbados, y uno de ellos, el que sostenía el trasformador estaba derribado frente a la casa, muy cera de nuestra banqueta, luego, mi padre y mi madre atoraban la puerta principal con la pesada mesa del comedor para que no se abriera, ya que las rachas de viento amainaban para después azotar con más fuerza, este fenómeno se repetía una y otra vez en forma cíclica, mi padre vio su reloj de bolsillo y cadenita y verifico que eran las 5:25 AM, recuerdo que mis hermanas mi padre y yo nos pusimos al extremo de la pesada mesa y en muchas ocasiones el viento amenazaba con abrir la puerta moviéndola junto con nosotros.
Después, mi madre no tuvo otra opción que ponerse a rezar junto con mi abuela, pues mis hermanas y mi padre me dijeron que cuando estábamos dormidos, entre las 2 y 4 de la madrugada, el huracán azotó con mucha fuerza y ya llevaba cerca de 4 horas con esa intensidad, el ciclón también traía mucha agua, por lo que esta se metía por debajo de la puerta y mis hermanas con la escoba la sacaban, ellas quisieron poner trapos en el espacio que tenia la pueta del piso, pero mi padre se negó, pues dijo que las casas deben de tener un espacio como respiradero donde el aire que entra también debe de salir; pues la presión del aire podía reventar las paredes, en realidad yo sentí en varias ocasiones que la casa se cimbro como si fuera un temblor.
Así duramos mucho tiempo, empujando la mesa para que el viento no la abriera. Hasta que después de más de dos horas, el viento se empezó a calmar pasadas las 7AM. Estuvimos media hora más dentro de la casa , hasta que mi padre abrió la puerta, enseguida salí yo, y no podía creer lo que estaba frente a mis ojos, ningún poste de la luz en todo alrededor estaba de pie, muchos arboles derribados y sacados de raíz, vidrios de las ventanas de las casas quebrados, laminas de cartera y cartón por todas partes, la calle de terracería completamente socavada, lo que sacó a relucir muchas rocas grandes, el agua de alcantarillas y drenajes corriendo hacia la parte baja en dirección a la playa. Al principio sentí asombro y algo de tristeza, porque muchas tejas de las casas estaban quebradas en las calles.
Después, salieron otros niños vecinos y compinches de juegos y travesuras, el Zurdo, mi vecino de al lado, con su usual despreocupación y desaforo comentó que los arroyos que corrían por las calles los utilizaríamos para hacer barquitos de papel, el Fredy de una casa más adelante propuso que fuéramos a buscar cosas de valor que hubiera volado el viento de las casas para venderlas, este Fredy siempre tuvo esa actitud de comerciante, la necesidad en su casa era mucha, pues vivían 5 familias en ese domicilio, la de su abuelo y su abuela, la de él, y la de sus dos tíos. En cambio, yo acoté. – No sean tontos; lo más bueno que nos ha traído este ciclón, es que durante muchos días no iremos a la escuela, jugaremos desde que amanezca hasta que anochezca, además no hay luz, jugaremos a nuestras anchas a la botella. – El Fredy concluyó. -Jajjaja.Tiene razón el Rubén Zurdo, quién sabe hasta cuándo habrá clases en la escuela.
-A mi me da igual- Manifestó El Zurdo.- De todos modos, no aprendo nada en la escuela.-
Y, a decir verdad, mis palabras fueron proféticas, casi un mes estuvimos sin energía eléctrica. Reanudamos las clases casi a fines del mes de noviembre, y solo fuimos 15 días del mes de diciembre y volvimos a salir de vacaciones navideñas.
Los trabajadores electricista no paraban día y noche de trabajar, hasta pidieron brigadas de otros estados para levantar la red de luz eléctrica, hasta que por fin se reanudó. Recuerdo que en varios camiones militares repartían despensas a los damnificados, es decir, a casi toda la población mazatleca.
Este evento dio paso a la buena convivencia y a la buena voluntad entre los vecinos en toda la colonia, pues cuando un vecino ocupaba algo y el otro lo tenia se lo facilitaba, las amas de casa se prestaban la sal, el azúcar, las ollas y los utensilios de cocina e intercambiaban cosas de su despensa con otras, compartían el agua y muchas cosas más, hasta unas familias invitaban a comer a otra.
En el barrio, hasta Don Alex, el rico de la cuadra, al que apodábamos el Catrín, se sumó a esta dinámica junto con su esposa Teresa y sus dos hijas, Janeth y Rebeca, que eran las divas de la colonia, incluyendo a Memo, su hijo mayor.
Pero cuando todo se normalizó todo volvió a ser como antes, las personas del barrio convivían, pero no como en el marco del devastador huaracan Olivia.
Pareciera que en tiempos de calamidad nos aflora el ser humano que llevamos dentro.
Después, supe que este huracán estaba considerado, en ese entonces, como el peor fenómeno meteorológico desde 1943, el cual tocó tierra el 9 de octubre, pero aún no se tenía la costumbre de bautizar a los huracanes.
Olivia había tocado tierra con vientos máximos de 185 kilómetros por hora y rachas de 250 Km/h, aunque algunos meteorólogos comentaron que esas rachas llegaron a los 300 Km/h, y se empezó a formar desde el 22 de octubre de 1975, y rápidamente se convirtió en una tormenta tropical, y conforme fueron pasando las horas se convirtió en un huracán mayor de categoría 3 en la escala de Saffr-Simpson.
Este huracán destrozó casi 8000 mil hogares en el puerto y sus alrededores, arrojando un saldo de cerca de 40 mil damnificados, en 1975 los daños se cuantificaron por más de 20 millones de pesos, también murieron 30 personas, 20 de estas se ahogaron en altamar en barcos camaroneros y las 10 restantes en la ciudad, y una de esas 10, fue la mamá de mis amigos; Hugo, Kiki, Ángel y Agapito del barrio de la Calle Betancourt, Doña Blas, que murió del corazón por el impacto y colapso nervioso que sufrió observando aquel fenómeno llamado Olivia. Me viene a la mente una pregunta que le hice a mi padre después de que ya todo termino y volvió a la normalidad: ¿Apá. ¿Y por qué el huracán se llamó Olivia? – a lo que de inmediato respondió con risa y sarcasmo- Figúrate hijo que hasta ahorita a todos los huracanes le han puesto nombre de mujer por lo tremendas y tormentosas que son jajá.-
La Descripción de euna persona anónima
El ciclón “Olivia”, nadie lo esperaba, ni sabíamos su trayectoria y mucho menos que pasaría el ojo del huracán por la ciudad.
Recuerdo que era de noche, cuando comenzó el viento, pude escuchar el sonido que produce al chocar con las paredes y hace vacío, las ramas de los árboles se movían para todos lados, la lluvia caía con fuerza, recuerdo como un carro que se quedó estacionado en la calle, fue movido por el viento como si fuera de juguete, las tapas de los tinacos parecían platillos voladores. Luego, la calma tensa para después regresar el viento en sentido contrario.
Así pasamos casi toda la noche. Al otro, día Mazatlán fue declarado zona de desastre: gente desaparecida, daños en las viviendas, postes y alambres tirados, en la plazuela los árboles fueron arrancados con todo y raíz, los espectaculares totalmente destruidos, basura por todos lados, el anuncio de la Ley en el suelo y muchos daños más.
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