Acompañemos al Cronista adjunto de Culiacán Jaime Félix Pico en un recorrido por la historia de los puentes que han sido parte fundamental del desarrollo de la hoy pujante ciudad capital de Sinaloa, Culiacán…
Culiacán, Sinaloa, México, a; 14 de enero del 2025.- Culiacán, la ciudad de los Tres Ríos, está asentada en la confluencia de los ríos Humaya y Tamazula que dan origen a un tercero, el río Culiacán, el cual serpentea por las ricas tierras del Valle de Culiacán hasta llegar al mar de Cortés o Golfo de California.
Su historia está íntimamente ligada a sus ríos, desde la época prehispánica cuando tribus originarias cahitas de ascendencias náhuatl, eligieron este lugar para habitarlo llamándolo colhuacan, luego en su fundación como la villa de san Miguel de colhuacan en el año 1531 por el conquistador español Nuño de Guzmán, toda su evolución económica, su conformación, las actividades de sus habitantes y buena parte de los problemas urbanos tienen que ver con la existencia de estos tres emblemáticos ríos.
No obstante los grandes beneficios que proporcionan estos ríos por sus caudales, también han sido serios obstáculos para comunicarse por la vía terrestre con las regiones vecinas del norte y del sur, principal causa del aislamiento de la villa que vivió a lo largo de todo el período colonial y también en todo el siglo XIX del México independiente; casi cuatrocientos años de aislamiento por no contar con la infraestructura de comunicación y, además, de obras hidráulicas para controlar las devastadoras inundaciones que temporalmente destruían la ciudad.
Fue hasta la primera década del siglo pasado que se construyeron los dos primeros puentes, uno para conectar la ciudad con la parte norte y otro para comunicarse con el norte y sur del país. Dos obras de infraestructura de comunicación indispensables para romper el ancestral aislamiento que vivió la ciudad y abrirla al mundo.
Por tratarse de dos obras vitales para el crecimiento y desarrollo de la ciudad, hoy nos ocupamos de acercarnos a hechos y circunstancias históricas que hicieron posible el inicio y terminación de estos dos puentes, hoy íconos de la ciudad de Culiacán que nos confieren identidad urbana.
El Puente Miguel Hidalgo Antes Puente Cañedo o Colorado
Los vecinos de la vieja ciudad aún guardan en su memoria la imagen original del puente, con su arquería de fierro, posada en los machones con los que iniciaba la primera sección, todavía se conserva, construida con mampostería de piedra labrada, cantera rosa de Mojolo y tabique; diseño que evoca a la arquitectura medieval europea.
En la perspectiva del paisaje hacia el poniente, siguiendo el curso de las aguas del río Tamazula, los arcos se hermanaban con los del Puente Negro y como telón de fondo los encendidos atardeceres de hermoso celaje, motivo de la identidad citadina y orgullo de los culiacanenses.
El Puente Cañedo (hoy puente Miguel Hidalgo) fue la primera gran obra de infraestructura de comunicación que se construyó en Culiacán; al cruzar sobre el río Tamazula, integró la vieja ciudad con la parte norte, que permanecía incomunicada, acentuándose su aislamiento durante la temporada de lluvias a causa de las torrenciales avenidas del río que impedía por meses el paso por el vado que se utilizaba en tiempos de estío.
La construcción de esta importante obra inició en 1890 bajo el gobierno del Ing. Mariano Martínez de Castro; éste encomendó al Ingeniero Luis F. Molina quién recién había llegado a Culiacán contratado por el propio gobernador para construir un Teatro, el añorado Teatro Apolo.
En su autobiografía Molina narra con un lenguaje coloquial, sencillo, lo que para él significó esta obra y los problemas que tuvo que resolver para iniciarla; cito a continuación algunos párrafos tomados del libro “El Mundo de Molina” publicado por La Crónica de Culiacán e impreso en los talleres del Colegio de Bachilleres de Sinaloa (2003) cuyo contenido es el texto original manuscrito rescatado de los archivos familiares por don Adrián García Cortés, entonces el Cronista de Culiacán.
“Una de las obras más importantes que hice, no solamente por las dificultades que se presentaron en la ejecución de la obra sino por el beneficio que recibía la población fue la construcción del Puente Cañedo que está en la prolongación de la calle que se llamaba Martínez de Castro. Este puente se construyó sobre el río Tamazula y tiene una longitud de mil pies y una anchura de veintiocho pies ingleses”
La narrativa del autor, excepcional por su objetividad y detalle, nos permite conocer las etapas del proyecto, primero los sondeos que hubo de realizar para verificar la firmeza del subsuelo, cimientos de los machones de apoyo a los arcos; trabajar solo en tiempo de “secas” y evitar las aguas que brotaban del subsuelo del río empleando dos bombas centrífugas para desalojar el agua; luego buscar la piedra cantera que le sirviera para hacer los sillares la cual encontró en la comunidad de Mojolo como a diez kilómetros de Culiacán; muchos obstáculos hubo de superar para traerla hasta el lugar de la obra.
Concluye Molina con esta expresión: “Así fue como se construyó el puente en todo lo relativo a mampostería de piedra labrada y tabique, que en Culiacán se llamaba “adobón”. En total construí el arco que da principio al puente; más tres arcos de diez metros de largo, cada uno apoyado en machones de piedra; y dos machones más en que se apoyó parte de la estructura de fierro…”
Sobran méritos al Ingeniero Molina para ser reconocido como “Arquitecto de la Ciudad” sumándose esta obra que inició la conectividad de la ciudad hacia el aislado norte; solamente alcanzó a terminar la primera sección, al dejar la supervisión de la obra para dedicarse a impulsar el desarrollo urbano de la ciudad.
Luego de frecuentes recesos y suspensiones que alargaron mucho tiempo su terminación, ante la inconformidad de la población, el gobernador Francisco Cañedo, entregó la obra al Ing. Manuel Bonilla para que la supervisara, éste contrató al Ing. George A. Stranahan, en ese momento responsable de la construcción del tendido de vías del ferrocarril Sud Pacífico, sugiriéndole éste al gobernador un diseño de estructura de fierro similar a la del puente que estaba construyendo sobre el río Culiacán, hoy emblema urbano de la ciudad, el Puente Negro.
La gran obra se inauguró el 16 de septiembre de 1909, casi 20 años después de haberse iniciado; se le impuso el nombre: Puente General Francisco Cañedo, en honor del gobernador que ordenó su construcción y la vida no le alcanzó para entregar la obra a la población, pues falleció el día 9 de junio del año en que se inauguró.
El puente funcionó con su estructura de arcos de fierro los cuales durante mucho tiempo fueron cubiertos con pintura color rojo lo que despertó la inventiva de la población y le llamó, hasta su demolición, el puente colorado.
El piso original era de madera, de duela de madera, que sirvió por más de cuarenta años hasta que el acelerado crecimiento de la ciudad y la circulación de vehículos de motor lo volvió inseguro e inadecuado para soportar el paso de vehículos pesados como los primeros camiones de pasaje urbano en ruta a Tierra Blanca.
Impulsado por las exigencias del proceso modernizador de la segunda mitad del siglo pasado el gobierno municipal encabezado por el entonces presidente municipal, Amado Estrada Rodríguez (1959-1962), decidió desmantelar las estructuras y el piso de madera obligando a reconstruirlo; proceso que terminó en el diseño de un nuevo puente de concreto muy alejado de las características arquitectónicas originales que le imprimió el Arquitecto de la Ciudad.
La ausencia de políticas conservacionistas del patrimonio edificado, característica de las burocracias administrativas de entonces, impusieron un nuevo estilo a las obras públicas, de estética contrastante con la imagen señorial que un día tuvo esta instalación urbana, borrando del imaginario popular la hermosa vista que ofrecían los arcos de intenso color rojo que daban continuidad a los arcos de mampostería que hoy todavía permanecen; poco visibles y fuera de la posibilidad de apreciarlos en toda su magnitud.
El nuevo puente entró en servicio a la población con un acto de inauguración el día 16 de septiembre del año 1960, evento enmarcado en el programa conmemorativo de los 150 años de la Independencia Nacional; el Cabildo del Ayuntamiento por Decreto le impuso el nombre de Puente Miguel Hidalgo en memoria del Padre de la Patria el cual ostenta oficialmente hasta la actualidad.
El Puente Negro Ferrocarril Sud Pacífico

Del libro Sinaloa Historia y Destino, de Herberto Sinagawa Montoya, transcribo la siguiente cita: “El 27 de octubre de 1904, la Southern Pacific Co. obtuvo de la Secretaría de Fomento una concesión por 99 años para construir y explotar una vía férrea subdividida en los siguientes tramos: del Puerto de Guaymas a la ciudad de Álamos, de Álamos a la ciudad de Culiacán, de Culiacán a Mazatlán, de Mazatlán a Tepic y de Tepic a Guadalajara…..Los técnicos del Southern Pacific, norteamericanos en su totalidad tuvieron que enfrentar a graves problemas técnicos en la construcción de los puentes sobre los caudalosos ríos sinaloenses”.
Esta cita testimonia el origen de esta gran obra de ingeniería ferroviaria realizada a principios del siglo XX durante el gobierno de don Porfirio Díaz, y el de Francisco Cañedo, gobernador de Sinaloa, la cual abrió los horizontes hacia el norte y hacia el sur a una población que por siglos permaneció aislada del centro y norte del país incluyendo la frontera con los Estados Unidos; el ferrocarril fue la llave que abrió al progreso a esta, hoy, pujante ciudad de Culiacán.
Los mismos problemas a los que se enfrentó Molina en la construcción del Puente Cañedo, los tuvieron los técnicos norteamericanos, según lo leemos en la cita, para sortear las aguas del río Culiacán, que se forma en la confluencia de los ríos Humaya y Tamazula que atraviesan de oriente a poniente la ciudad en su carrera hacia el mar.
El Puente Negro se terminó de construir a fines de 1907, como consta en una placa de acero soldada en uno de sus arcos y desde ese momento se convirtió en un punto de referencia básico para la ciudad y en uno de sus principales emblemas.
La construcción estuvo a cargo del ingeniero Joseph Stranaham, superintendente de la compañía ferroviaria Southern Pacific, responsable del tendido de las vías popularmente conocida como “punta de fierro” y construcción del ferrocarril; logró conectar Culiacán con Nogales, en la frontera norte y con Guadalajara en el occidente y puerta de entrada al centro político y económico del país.
Su diseño constructivo fue a base de enormes estructuras de acero y arquería del mismo material, similar a los puentes que la compañía ferroviaria tenía en los Estados Unidos. Estas estructuras fueron elaboradas en San Francisco, California y luego transportadas a Culiacán.
La coincidencia de la construcción de este puente con la prolongada terminación del Puente Cañedo por causa de problemas técnicos, falta de recursos, e indecisiones de la burocracia que lo mantuvo inconcluso, obligaron al gobierno a terminarlo adoptando la tecnología de arcos de acero similar a los del puente Negro y contratar al Ingeniero Strahanan para resolver los problemas que enfrentaba su conclusión, resolviendo éste aprovechar los arcos y pilares de mampostería de cantera rosa que había construido el Ing. Molina a partir de la margen izquierda en dirección al norte, e instalar los arcos de acero sobre pilares para sostener el piso de duela de madera y conectó a la ciudad con la parte norte.
Pintado desde su origen de color rojo, alguna vez se manifestó la intención de pintarlo de blanco y por supuesto no ocurrió manteniendo hasta la fecha el color que le dio su nombre.
El Ferrocarril Sud Pacífico (Southern Pacific Co.) inició operaciones en el año 1909; durante el movimiento revolucionario el ferrocarril fue factor estratégico para la logística de guerra de los bandos que se enfrentaron.
El 18 de septiembre de 1917 ocurrió una gran creciente de los ríos Humaya y Tamazula producida por las fuertes corrientes causa de copiosas lluvias que carcomieron sus cimientos provocando la caída de un tramo del puente.
Durante poco más de 50 años, desde 1909 y hasta su modernización en 1962, la ciudad lució dos puentes de arquería de acero, uno de color negro y otro de color rojo, que se miraban uno a otro y contrastaban en el horizonte con los hermosos atardeceres de Culiacán.
A fines de la primera década del año 2000 el Puente Negro fue objeto de un rescate o rehabilitación a cargo del Ayuntamiento de Culiacán con aportación económica de la empresa vitivinícola Casa Domecq; proyecto que comprendió reparaciones y pintura e iluminación decorativa lo cual le dio vida integrándolo al paisaje urbano en la zona de la confluencia de los tres ríos considerada el centro geográfico del estado.
Así fue transformado en ícono de la ciudad y se elevó a la categoría de patrimonio material de los culiacanenses. Más recientemente, tanto el gobierno del estado como el del municipio, han invertido en la iluminación decorativa del puente significándose como un atractivo para los habitantes y visitantes de la ciudad.
En el año 2010, año de la Conmemoraciones de 200 años de Independencia y 100 años del inicio de la Revolución, la Comisión responsable de las actividades y eventos conmemorativos propuso la construcción del Parque de los Centenarios el cual se realizaría en el terreno que se forma entre el Malecón Niños Héroes y la ribera izquierda del río Culiacán, justo abajo del Puente Negro que según los arquitectos que propusieron un proyecto, la estructura de arcos del puente le daría un marco espectacular. El proyecto del Parque de los Centenarios quedó solo en el ánimo de los comisionados pero el terreno quedó visible para otros usos y hoy allí se encuentra el llamado Parque Acuático, que es visitado por las familias de Culiacán en plan de esparcimiento, desde donde los visitantes, especialmente los niños, disfrutan el pasó del tren y por la noche la iluminación de múltiples colores.