1780: Érase una vez que había un país de nombre, México, con dos Californias, una “alta” y otra “baja”, había también otro país llamado España, que llamó a México; España -la nueva-…
Por: Fernando Barraza
En el marco del 494 Aniversario del Mestizaje Totorame-Español en Sinaloa, en el que se conmemora la llegada de la evangelización al noroeste de México, festividad que se celebra en el más antiguo poblado sinaloense, Chametla, Rosario, Sinaloa, México y que este año de 2025 se efectúa del 17 al 20 de enero del 2025, pedimos al rosarense Fernando Barraza que nos trajera una historia que hiciera aún más interesante la de por sí fascinante historia de esta risueña y típica población ubicada en el sureño municipio de Rosario, a lo cual accedió de manera entusiasta y, para nuestra sorpresa nos cumplió a su muy particular forma de escribir y narrar historias, de tal suerte que nos describe hechos que involucran a una familia de esta población, que junto con otras rosarenses, sinaloenses y mexicanas, son los colonos o actores principales de la fundación de la hoy pujante y populoso ciudad de Los Ángeles, California, actualmente perteneciente a Estados Unidos de América, pero que aunque quieran ignorar estos hechos algunos estadounidenses, curiosamente migrantes también, como Donald Trump, pero por más que digan y hagan no lo lograrán jamás…
El Cuento que no es un Cuento…
Era entonces un rey conocido como Carlos tercero, cuya ambición lo incitó a agrandar su poder, así pues mandó a organizar grupos invasores que se adueñaran de Alaska y Canadá, por no hablar de sus conquistas en el mar del sur, pero estaban en medio las californias…
Felipe de Neve, fue el gobernador de Sinaloa y Sonora que juntas eran conocidas como “las provincias internas de occidente”.
Y sucedió que existía un señorío llamado Chiametlán, que fue dominado por el ambicioso Nuño Beltrán de Guzmán que en el año del señor de 1531 lo llamó Chametla.
A instancias de Felipe de Neve, Carlos tercero decidió fundar un nuevo asentamiento para beneficio y crecimiento del poder de la corona española, entonces en respuesta envío por escrito la orden a de Neve, de que empezara los trabajos de colonización de la alta California, de Neve -por supuesto- buscaba también la expansión de su poder, por eso insistía en agrandar el territorio, pues sabía que el rey le concedería gobernar el suelo conquistado.
Tenía bajo sus órdenes al eficiente comandante nayarita Fernando Javier Rivera y Moncada, explorador fiel a la corona que queriendo o no, fue el principal artífice de la expansión de la nueva España hacia la alta California…
Era una nublada tarde de agosto de 1780, por ahí a mediados del mes, cuando una comitiva se detuvo frente a la casa de piedra y lodo.
Adentro, una hermosa mulata de nombre Tomasa, ponía la leña en el nixtenco, no tardaría en llegar su apuesto esposo; Manuel.
Los toquidos en la puerta eran insistentes, ella se alarmó un poco, Manuel no tenía por costumbre tocar, ni siquiera los vecinos que eran casi todos de su confianza. Se asomó recelosa por una rendija entre la pared y el techo de palma, entonces pudo ver a un grupo de hombres y mujeres con carretones cargados de enseres distintos y entre ellos reconoció a algunos que eran de El Rosario. Los vecinos se arremolinaron alrededor de la comitiva, curiosos como todo buen chametleco .
Tomasa decidió atender a las personas que eran comandadas por el tal Fernando de Rivera quien se apresuró a saludar cortésmente, preguntando por Manuel Camero, su esposo.
La mujer era prudente por lo cual no preguntó sobre el motivo de la inesperada visita, eso le correspondía -como en todo hogar que se dignara de serlo-, al jefe de familia. Manuel no llegaba, solo se le ocurrió ofrecerles agua. Casi siendo las seis de la tarde, hace su aparición por el camino real, cerca del cual estaba ubicada la humilde vivienda de los recién casados, un fornido hombre que se ajustaba por cierto a las indicaciones de Felipe de Neve que claramente decía las características de los reclutados para el propósito que seguían; “Habrán de ser hombres de bien, casados, formales, trabajadores, sanos, bien parecidos y humildes…” (Esto, porque habría más posibilidad de ser convencidos y aunque las órdenes eran reclutar a por lo menos 24 familias, al final de la jornada solo se consiguieron 12, en total eran unas 46 personas contando a los hijos de las doce parejas que aceptaron).
Manuel se extrañó ante la presencia de aquellas personas pero con la seguridad que lo caracterizaba se acercó a darles la bienvenida, acto seguido el comandante le invitó a apartarse del grupo para explicar la razón de su presencia ahí.
Luego de una larga plática, don Fernando dio órdenes al contingente para que se instalaran provisionalmente en el lugar común de la población que era conocido como “la plaza”, entre murmullos y risas de complicidad acataron las indicaciones; esa noche dormirían ahí, ante la interrogante de los lugareños y particularmente de Tomasa García, que disimulaba sus ansias esperando el momento en que Manuel Camero se introdujera a la vivienda a cenar para saciar sus dudas.
Durante la cena, el hombre de treinta años comía casi sin pestañear y la mirada perdida. La hermosa mujer lo miraba callada sin interrumpir su silencio, lo conocía lo suficiente como para saber que en la cama durante el reposo, él le contaría todo.
Así fue; Manuel estuvo durante algunos minutos meditando viendo el techo y acomodándose en la cama de carrizo y paja hasta que decidió romper la quietud de aquella tranquila noche.
Nos quieren llevar
¿A dónde? ¿Qué hicimos? ¿De qué se trata?…
Calla mujer, calla. No es menester ponerse ansiosa nI obligación obedecer.
Pero, dime…
El señor con el que hablé es subordinado del gobernador y trae un documento del rey de España en el que le ordena reclutar gente para viajar al norte, más allá de Sonora con la intención de habitar aquellas nuevas tierras que están pobladas por nativos y siendo evangelizadas por los frailes, me propuso un nuevo hogar para nuestra nueva familia y…
¿nuestra familia? Y la gente que tenemos aquí, la vamos a dejar? Y nuestros padres? Y nuestros…
¡Cálmate mujer no es obligación aceptar, solo es una propuesta, si decidimos aceptar no nos vamos del todo, podremos venir a Chametla en cuanto haya necesidad, no seremos prisioneros, por el contrario, seremos fundadores de una nueva colonia…!
¡Como siempre todo a favor del rey!
Si nos beneficia, ¿que importa?
Pero Manuel, en que nos beneficia si vamos a dejar nuestra casa y nuestra tierra, aquí donde nacerá pronto nuestro hijo.
A cambio de casa, tierra y poder
¿Poder? ¿Quién necesita poder, si nos tenemos a nosotros y este pedazo de cielo que nos heredaron nuestros ancestros?
Piensa en el futuro María Tomasa, piensa en que aquí somos del montón y allá seremos la familia Camero y sabe Dios si con la recomendación de don Fernando, el gobernador nos ofrezca un título de algo.
¡Ay Manuel, tu siempre soñando!
Esto no es un sueño, es una realidad y la puedes sentir allá afuera. Ahí están varias personas que se unieron a la causa, algunos vienen de tu tierra; Nayarit y otros de aquí nomás de El Rosario, ya tienen vistos a otros de más al norte de Sinaloa y Sonora, ¿Quién te dice que no vamos a hacer historia, esa puede ser nuestra mejor paga, anímate esposa mía!.
¡Animada o no, si tú lo decidiste, no me queda más que apoyarte porque eres el hombre al que amo y escogí como esposo para respetar y obedecer, además creo que no es tan mala la propuesta, vayamos pues en pos de esa loca aventura y que Dios nos proteja!
Otro día temprano por la mañana, Manuel Camero se reunió con Fernando Rivera, para finalizar con los detalles del acuerdo;
Ambos pusieron las cartas sobre la mesa; Manuel exigió seguridad durante el trayecto especialmente porque su mujer estaba embarazada y temía por su integridad, también pidió que al llegar les ofrecieran un lugar digno para vivir y tierras que les proporcionarán el sustento entre una decena de cosas que aseguraba les proporcionarían el bienestar que requerían y recompensarían por los bienes perdidos.
Fernando Javier Rivera y Moncada le ofreció una paga mensual, un terreno para construir una casa y otro de tamaño lo suficientemente grande para sembrarlo y no pasar necesidades, además, semilla, ropa, utensilios de cocina y de labranza, durante los próximos diez años.
Para Manuel, aquello era poco, sin embargo ya había dado su palabra y asegurando a Tomasa que aún había más que obtener una vez llegando a la tierra prometida, decidió obedecer a su instinto y firmó de conformidad, aunque en el fondo no estaba muy tranquilo, pues cierto sentimiento de culpa lo acosaba por haber convencido a su mujer.
Era después del medio día de aquella soleada tarde, ayudó a Tomasa a acomodarse junto con otras mujeres en una carreta casi nueva que don Fernando había conseguido, se montó a su caballo con un nostálgico suspiro y una fingida sonrisa, Tomasa por su parte, no quiso mirarlo a los ojos, desvió la mirada fijándola en la puerta de su vivienda, luego, lentamente recorrió la calle de uno y otro lado como queriendo grabarse cada uno de los rincones de su querido Chametla y los rostros de los vecinos que se habían reunido para despedirlos, la mujer no pudo evitar dejar escapar algunas lágrimas, Manuel se dio cuenta y fingiendo indiferencia para darse valor, hincó las espuelas en la ingle del caballo que salió casi en estampida con dirección a la salida del pueblo. Cuando el grupo de colonizadores dio vuelta en el segundo recodo del camino, llegó una anciana sofocada y sudorosa, era su madre que había pasado la noche anterior en las pescas del majahual con otros de la familia, Manuel no había querido despedirse para evitar momentos amargos y porque tenía la intención de regresar una vez habiéndose instalado en su nuevo hogar, pues estaba seguro de que aquello finalmente no era un “adiós”, sino un “hasta pronto”.
Atrás, quedaba una madre anegada en llanto, parada, viendo cómo desaparecía su hijo en el serpenteante camino, no quiso moverse de ahí ni bajar la mano para no dejar de despedirlo, hubiera querido cubrirlo de besos y hartarlo de palabras de cariño como suelen hacer las madres cuando parte un hijo. Manuel ya no volvió la vista por eso no la vio, por eso no se dio cuenta de que el corazón de su madre se había roto en mil pedazos, porque aquella madre estaba segura de haber perdido a su hijo para siempre, era el único y había entre ellos un lazo de cariño tan grande que no podía romperse más que con la muerte, aunque él se fuera mil veces sin despedirse mil veces por no romperle el corazón mil veces. Él nunca lo supo, pero esa tarde de agosto en la que decidió irse en busca de la posibilidad de ser alguien mejor para orgullo de quien lo parió, la que lo pario decidió morir de tristeza ahí mismo en medio de la calle horas más tarde, porque no quiso moverse de ahí hasta que la sombra de la noche cubrió de oscuridad el caserío de Chametla.
En esos momentos, Manuel no imaginó que jamás volvería a ver a su madre, que de cualquier manera aunque pasara el tiempo, y aun cuando se lo propusiera; ni siquiera volvería algún día a su querido Chametla.
Así partieron en medio de tinieblas, lluvias y temores, pasados unos días, Tomasa empezó a sentir una serie de dolores abdominales y experimentó un repentino sangrado, lo cual atribuyó al constante traqueteo de la carreta y aunque no quiso darle mucha importancia, no dejó de preocuparse, sin embargo la cuidados a que se sometió a partir de ese momento evitaron que tuviera un aborto. Todo estuvo bien afortunadamente, hasta el veinte y cinco de enero de 1780, día en que llegaron al Real de Álamos en Sonora, ahí justo antes de continuar; la noche del primero de febrero Manuel Camero se convirtió en padre de una linda niña.
Al partir del Real de Álamos con doce familias reclutadas a lo largo de Sonora y Sinaloa, el contingente se dividió; uno, cruzó el golfo de Cortés, para seguir por toda la baja California hasta la alta, a algunos les tocó irse con el grupo que después entraría hasta San Gabriel, irían acompañados de un pequeño contingente militar, el otro grupo en el que iban Manuel Camero y su esposa, se fue por Guaymas, pasando por Yuma hasta llegar a San Gabriel también, y de ahí al lugar en el que se instalarían. Camino que siguieron los pobladores de los Ángeles, después de que se reunieron en Álamos Sonora las doce familias reclutadas.
Cuando llegaron a la misión de San Gabriel, Fernando Rivera preparó a “los pobladores” -como había estado llamando al grupo de colonizadores-, para que cruzaran el rio de nuestra señora de los Ángeles de la Porciúncula, las doce familias con el ganado y utensilios que les habían dado, llegaron hasta el río y lo atravesaron emocionados, al otro lado se instalaran en cualquier parte, pero luego, pasados unos días se diseñó una pequeña plaza, alrededor de la cual se fueron acomodando conforme los iban mencionando, y formaron aquel pueblo que al principio fue administrado por José Vicente feliz (que por cierto le fue dado un rancho al que todavía se conoce como “rancho los feliz”, y conforme creció aquel pueblito, como a eso de los siete años el gobernador Neve, puso un ayuntamiento: José Vanegas que era de Bolaños, Jalisco y José Sinova que era de la ciudad de México junto con Mariano de la Luz Verdugo nacido en la vieja California y Juan Francisco Reus que era de Zapotlán el grande, Jalisco, fueron los primeros miembros del consejo. Felipe Santiago García de la villa de Sinaloa y Manuel Camero que era de Chametla, Sinaloa, fueron los primeros regidores del aquel pequeño pueblo.
Llamarían a aquella pequeña población; “El pueblo de nuestra señora Reyna de los Ángeles de la Porciúncula”, por el nombre que el misionero Juan Crespi le dio al río. (La Porciúncula es una pequeña capilla que se encuentra en la basílica de santa María de la Ángeles en el municipio de Asís en Italia, lugar donde comenzó el movimiento franciscano).
Así lo cuenta el Franciscano don Francisco Palou en su escrito; “Vida de Fray Junípero Serra, y las misiones de la California Septentrional”:
“Llegó el dicho Capitán Fernando Rivera con toda su expedición al Rio Colorado, en donde halló ya fundadas las dos misiones expresadas; y reparando que la caballada y mulada llegó la mayor parte flaca y enferma, receloso de que no se le muriesen en el tramo de ochenta leguas que todavía le faltaban para llegar a la misión de San Gabriel, a donde había de salir, determinó quedarse a las orillas del Rio Colorado, hasta tanto se recuperaba. Y quedando con un sólo sargento y seis soldados pertenecientes al presidio de Monterrey, que le había enviado el Señor Gobernador, despachó la expedición con los oficiales que venían de Sonora para estos establecimientos, convoyados de un alférez y nueve soldados veteranos de uno de los presidios de Sonora. Hallábase muy de antemano el señor Gobernador en la misión de San Gabriel recibiendo la tropa que iba subiendo por tierra desde la antigua California, y allí recibió este último trozo que se condujo por el Rio Colorado; con lo que tuvo junta toda la tropa con los dos tenientes, y dos alférez, y sólo faltaba el Capitán Rivera, y el Sargento y los seis soldados que le habían enviado para que se viniese en cuanto se recuperase la caballada; y despachó al alférez con los nueve soldados veteranos, para que se retirasen a su presidio de Sonora, por el mismo camino que había traído la expedición por el paso del Rio Colorado. Así lo practicó el alférez con su partida de nueve hombres, y mucho antes de llegar al rio entendió de los gentiles del camino que los indios del rio habían matado a los padres y a los soldados y habían quemado las dos misiones. No quiso el alférez, que era un hombre de valor, dar crédito a los gentiles, ni volver atrás por el solo dicho de ellos, sino que siguió su camino, y llegó al sitio y vio ser verdad, pues halló todas las fábricas reducidas a ceniza, y tirados los cadáveres; y no hallando a quien preguntar, sino mucha gentilidad con quien pelear, viéndose con tan poca gente, pues de los nueve soldados le mataron dos y otro que estaba herido, tomó a buen partido la retirada para San Gabriel, que para lograrla no tuvo poco que hacer las dos primeras jornadas, que hubo de pelear bastante con los gentiles que lo seguían e intentaban no dejar uno que pudiese dar la noticia. Quiso dios se librasen y llegasen a San Gabriel sin más desgracia que la dicha de los dos soldados muertos y uno herido que sanó. Dio cuenta de todo lo que había visto y sucedido al señor Gobernador, y éste, al Comandante General, despachando para el efecto al mismo alférez can los siete soldados que le habían quedado por la California, para que se embarcasen en Loreto, y no parase hasta poner los pliegos en manos del comandante general, que se hallaba en la ciudad de los Arizpe, presumiendo que dicho señor ignoraba lo acaecido. Este funesto acaecimiento demoró algo las fundaciones de la Canal, porque receloso el señor gobernador no tuviesen osadía de venir a dar a estos establecimientos, o que por su mal ejemplo lo quisiesen hacer las naciones intermedias de dicho Rio y éstas misiones, procuró conservarse con toda la tropa en la misión de San Gabriel hasta ver las resultas; En el ínterin dispuso la fundación de un pueblo de españoles en el Rio de Porciúncula, Ilamado por la primera expedición del año de 1769. Juntó todos los vecinos pobladores que habían venido para colonos, les señaló el sitio y tierras en las orillas del rio, distantes de la misión de San Gabriel cuatro leguas rumbo al Noroeste, y allí escoltados de un cabo y tres soldados, fundaron su pueblo a últimos del año de 81 con el título de Nuestra Señora de los Ángeles de Porciúncula, en el que se mantienen de sus siembras, etc., como queda dicho del pueblo de San José en su capítulo, aunque con el trabajo de haber de andar cuatro leguas para oír misa”.
Según el Padrón de 1781 los colonos fueron: José Lara, Español, de 50 años, esposa india y tres hijos. José Antonio Navarro mestizo de 42 años, del Rosario, Sinaloa, esposa mulata y tres hijos, Basilio Rosas, indio de 68 años de Durango, esposa mulata y seis hijos. Antonio Mesa, negro de 38 años, esposa mulata y dos hijos, Antonio Félix Villavicencio, español de Chihuahua de 30 años esposa India, un hijo, José Venegas, indio de Jalisco, de 28 años, esposa India y un hijo. Alejandro Rojas, indio del Rosario, Sinaloa, esposa India, Pablo Rodríguez, indio de Sinaloa, 25 años, esposa India, un hijo. Manuel Camero mulato de Chametla, Sinaloa de 30 años, esposa mulata, Tomasa García del Rosario, Sinaloa. Luis Quintero, negro de Jalisco, 55 años, esposa mulata con 5 hijos. José Moreno, mulato del Rosario, Sinaloa de 22 años, esposa mulata y por último un chino: Antonio Miranda de 50 años con un hijo.
Tal y como lo esperaba, Felipe del Neve luego de ser gobernador provincial le valió ser nombrado comandante general de las Provincias Internas, esto es, la principal autoridad de todas las provincias del norte incluidas las Californias. Sucedió en el cargo a Teodoro de Croix y le duró hasta su muerte en 1784. Informó al rey, que el 4 de Septiembre de 1781 se llevó a cabo la fundación con los pobladores que reclutó el difunto Capitán Fernando de Rivera” quien había estado en Acaponeta, El Rosario, Chametla y otras comunidades del norte, porque había ido a buscar gente. Carta autógrafa del Comandante General de las provincias internas, al Rey de España, expresándole que el Gobernador de Neve le dió “cuenta en Noviembre de 1781 del establecimiento del nuevo Pueblo de la Reyna de los Ángeles” el día 4 de Septiembre, fechada el 28 de Febrero de 1782 en Arizpe y la contestación de enterado del Rey, fechada el 25 de Octubre de 1782 en San Lorenzo del Escorial.
En 1846 empezó la guerra de intervención estadounidense en México, 1848 trajo el fin a esa guerra con el tratado de Guadalupe Hidalgo el cual trasladó California a los Estados Unidos. En 1850, California se convirtió en su estado número 31. Pero eso es otra historia…
Fernando de Rivera y Moncada murió en un pleito con nativos Yumas y fue sepultado en el mismo lugar de su muerte en Julio de 1781, a sólo dos meses de la fundación del pueblo de la Reina de los Ángeles.
Felipe de Neve murió en 1784 siendo comandante general de las provincias internas, fue sepultado en la iglesia de Nuestra Señora del Carmen de Flores Magón, en Chihuahua, fue a mediados de 1980 que sus restos fueron trasladados a Los Ángeles, desconociéndose hasta la fecha el lugar preciso en que se encuentran.
Carlos III cayó en una enorme depresión hasta que lo mató la tristeza por la muerte de su hijo favorito el infante Gabriel, que había fallecido el primero de diciembre de 1788. El catorce del mismo mes, de ese mismo año, siete años y tres meses después de haber sido fundado el pueblo de nuestra señora de Los Ángeles, el rey murió en Madrid, España y está sepultado en la cripta Real del monasterio del Escorial. Le sucedió su hijo Carlos IV que llevó a la ruina al reino español y que a su vez muriera el 19 de enero de 1819
Manuel Camero que sirviera al pueblo de Los Ángeles cómo concejal y tuviera una vida ejemplar y fuera querido y respetado por todos los habitantes de aquella pujante población, falleció el mismo día en que falleciera Carlos IV a principios de 1819, le sobrevivió su esposa Tomasa García solamente algunos años -no lo sé con precisión-, ni tampoco sé con exactitud si fueron dos o tres hijos los que le sobrevivieron, sus restos reposan juntos en la misión de San Gabriel. Nunca más volvieron a Chametla.
Posibles tumbas de los rosarenses Manuel Camero y su esposa Tomasa García en el panteón de la misión de San Gabriel en los Ángeles California.
Y así termina esta historia este cuento que no es un cuento, pero que da cuenta de las profundas raíces que unen a México y lo que hoy se le denomina Estados Unidos de América, mismas que déspota e ignorantemente pretende desunir Donald Trump, lo cual, aunque quiera no podrá hacerlo, porque más allá de sus afanes imperialistas están los lazos de sangre y hermandad que unen a México con sus territorios usurpados…
(Gracias a los acervos eclesiásticos y:“El censo de 1790: una historia demográfica de California”, “Los pobladores originales”, “Familias fundadoras del pueblo de la reina de los Ángeles, “Los Ángeles pueblo y región 1781-1850 continuidad y adaptación en la periferia del norte mexicano” instituto nacional de antropología e historia etc…)
Agradecimientos también a las prefecturas de las misiones de San Gabriel, y San Fernando en los Ángeles California.