Nuestra ciudad capital, desde la demolición del Teatro Apolo (1948), no contaba con instalaciones apropiadas para la promoción y la difusión cultural. El Centro Cultural Genaro Estrada vino a llenar este vacío que constituía un obstáculo a la difusión y promoción de la cultura y dar impulso a la creatividad artística de los Sinaloenses
Por: Jaime Félix Pico
Cronista Adjunto de Culiacán
Culiacán, Sinaloa, México, diciembre de 2024.- No omito mencionar que antes de este conjunto arquitectónico se construyó el Teatro Óscar Liera del IMSS -puesto en operación en la década de los años 60¨s del sigl/o pasado- e instalaciones de cines que a su desaparición se transformaron en salas de espectáculos artísticos, auditorios para eventos sociales y políticos, como lo fueron el Cine Diana (hoy ocupa ese espacio el Hotel San Marcos) y el Cine Reforma, edificio donado al gobierno municipal por la extinta Compañía Operadora de Teatros y acondicionado como auditorio, primero Modular Inés Arredondo y después como Museo Interactivo de Adicciones, conocido por sus siglas MIA, solo por mencionar los más importantes.
Parecería una contradicción que el espacio donde se construyó este conjunto arquitectónico, desde principios del siglo pasado lo ocupó el edificio que sirvió de prisión, la Cárcel Municipal, una de las obras financiadas al municipio por el gobierno porfirista para las Conmemoraciones del Centenario de la Independencia Nacional (1910); y la más representativas del estilo neoclásico decimonónico que impuso su constructor el Ingeniero Luis F. Molina.
La contradicción se visibilizó aún más en el medio social por la decisión tomada por las autoridades estatales de demoler un edificio histórico de valor cultural patrimonial para construir sobre sus escombros un conjunto arquitectónico modernista que prestaría los necesarios servicios culturales y ser la sede de la Dirección de Investigación y Fomento de la Cultura Regional (DIFOCUR) dependencia pública símbolo del inicio de las políticas culturales en Sinaloa, hoy transformado en el Instituto Sinaloense de Cultura (ISIC).
Esta moderna infraestructura cultural fue la obra emblemática del gobernador Alfonso Genaro Calderón (1975–1980); fue inaugurado el 7 de diciembre de 1980 por el Presidente de la República José López Portillo, evento que causó un gran impacto social, especialmente entre la comunidad artística de Sinaloa.
Hoy es la edificación ícono de la cultura y el arte de Sinaloa de donde irradia un movimiento cultural que da cauce, orden y congruencia a todas las manifestaciones y expresiones artísticas, creativas, de los sinaloenses;
La construcción de este centro cultural, en ese momento, posicionó a Culiacán en a la vanguardia de las ciudades emergentes de México que ya contaban con instalaciones funcionales para desarrollar todo tipo de eventos artísticos; dotó a la ciudad del Teatro Pablo de Villavicencio, la Sala Socorro Astol de usos múltiples, el ágora al aire libre, salas de exposiciones, Sala Antonio López Sáenz, Biblioteca Gilberto Owen, aulas y talleres para la formación artística, Escuela de Arte José Limón, sala de cine y oficinas administrativas.
Todavía permanece en la memoria urbana de los culiacanenses la antigua cárcel municipal edificio que construyó el Arquitecto de la Ciudad, Luis F. Molina, de corte clasicista, sin duda, el más representativo del método de diseño académico que aplicó en casi todas sus obras; ésta instalación curiosamente -otra contradicción- se edificó en el cruce de las entonces calles Libertad (ahora Rafael Buelna) y la calle Independencia (hoy Ruperto L Paliza).
Su construcción la ordenó la legislatura estatal mediante Decreto expedido en 1902 para “construir una cárcel modelo en la ciudad”, durante el gobierno de Francisco Cañedo y fue inaugurada por su sucesor el gobernador Diego Redo en el año de 1910, como se mencionó arriba, para conmemorar el Centenario de la Independencia Nacional.
El propio constructor del edificio, Ingeniero Molina, en sus memorias escribió: “El edificio no tiene aspecto de prisión, toda vez que se construyó en una de las principales calles de la ciudad y no quise, por lo tanto, darle el aspecto tétrico de una prisión, tanto más cuanto allí se iban a poner los juzgados Respectivos…”.
Causa del modernismo arquitectónico hoy ya no gozamos de la majestuosidad de esa edificación cuyo estilo neoclásico elevó la imagen urbana de Culiacán a una dimensión señorial pues bien cubría las características de un palacio, aunque fuese una prisión.
El nuevo conjunto arquitectónico, sede del ISIC, hoy se caracteriza por ser el punto de partida de un corredor cultural que se continúa hacia el Museo de Arte de Sinaloa (MASIN) y el Modular Inés Arredondo, en el entorno de la plazuela Álvaro. Obregón. Es uno de los espacios más visitados del centro histórico de la ciudad.
En la esquina suroriente de este conjunto arquitectónico, por la calle Rafael Buelna, esquina con el callejón J. Andrade, se encuentra otro edificio histórico que está anexo e integrado al conjunto, el cual corrió la suerte de permanecer en pie y ser rehabilitado totalmente; antaño se conoció como “El Mesón de San Carlos”, mismo que data de tiempos de la colonia (siglo XVIII) al igual que el edificio “La Tercena”. Como antecedente de su uso, se sabe que fue el primer hotel de Culiacán que operó a partir del inicio de la segunda mitad del siglo XIX.
Posteriormente, en 1885, la Junta Directiva del Colegio Nacional Rosales (hoy Universidad Autónoma de Sinaloa) lo adquiere en comodato que le concedió el entonces gobernador Francisco Cañedo para ser la sede de esa institución educativa que, no obstante haber sido creada en Mazatlán como Liceo Rosales, fundado el año 1873, el gobernador Licenciado Eustaquio Buelna, su fundador, lo había trasladado a Culiacán con aquella denominación, operando en este edificio hasta 1895, año en que el gobierno estatal lo vendió al rico minero duranguense Remedios de la Rocha.
A partir de ese momento tuvo distintos propietarios y usos: Colegio Guadalupano, Oficina Federal de Hacienda, la Escuela Federal Tipo, residencia de la familia Rábago de Torres y finalmente pasa de nuevo a poder del gobierno.
Fue rescatado y restaurado por el gobierno del estado a principios del nuevo milenio, intervenido, modernizado conservando su estilo arquitectónico decimonónico. A su conclusión se incorporó al ISIC y hoy lo conocemos como el Centro Cultural Sinaloa de las Artes “Centenario” donde opera la Escuela de Arte José Limón y cuenta con un patio central donde se llevan a cabo ceremonias y eventos culturales muy concurridos por la comunidad artística y cultural de la ciudad.
Fue así como la zona urbana colindante con la margen izquierda del río Tamazula, a la altura del Puente Cañedo, hoy Puente Miguel Hidalgo, se transformó en centro neurálgico de la Cultura y Arte sinaloense.
Cuando visiten Culiacán, no se pierdan una visita a estos centros de la cultura de Culiacán y de Sinaloa.