Este cementerio presenta características únicas que no se encuentran en otro campo santo del país.

Por: Robbin Logan

Un tesoro escondido cuyas impresionantes tumbas resguardan los restos de distinguidos descendientes de mineros Españoles; convirtiéndolo en un diamante en bruto de incalculable valor que al buscar rehabilitar y acondicionar mediante un proyecto turístico, detonaría en un sitio histórico con bastante auge que atraerá a visitantes de otras entidades, incluso a extranjeros apasionados de las antigüedades, se los aseguro.

Inculcar el interés hacia este recinto, permitirá involucrar otros objetivos primordiales, como conservar y preservar el patrimonio cultural que representa el origen y pasado de nuestro pueblo.

En febrero de 2021 visité por primera vez este lugar, quedé tan fascinado que un par de semanas después regresé de nueva cuenta para disfrutar de esta maravilla monumental, históricamente hablando.

El camino es galardonado por el canto de las chachalacas que te reciben al llegar; el estar ahí en medio de la naturaleza, junto al arroyo, respirando aire puro y contemplando la prolongada tranquilidad, te transporta a épocas pasadas, quizás a 100 años atrás, y empiezas a preguntarte ¿Cómo trasladaron el material hasta ese punto?, ¿Cómo es que realizaron esos trazos tan exactos?, ¿Quién fue el encargado de esa forja tan perfecta?. Sin duda alguna, es asombroso lo que la gente elaboraba en aquel entonces a pesar de las adversidades que hoy en día ya no existen.

Pero eso no es todo, las imponentes estructuras te dan una idea de lo importante que era cada una de esas personas, tanto como para darles el lujo de construirles un monumento funerario de tal magnitud.

Los notables y sobresalientes apellidos que actualmente no son muy comunes, se encuentran plasmados en cada una de las lápidas y epitafios de las tumbas, algunos con frases metafóricas en otro idioma como el latín. Destacando principalmente Guillermo E. Aspinwall, originario de Inglaterra que navegando en barco arribó a esta zona atraído posiblemente por la minería y de quien todavía existen algunos diarios de navegación.

Otro caso particular es el de Domingo Álvarez, un Español natural procedente de Romariz, España, que por azares del destino se asentó cerca de Pánuco hasta vivir sus últimos días. Sin dejar de mencionar las espectaculares tumbas de Jesús Anguiano y Miguel Z. Robles, que son una verdadera joya arquitectónica visual.

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