Las pandemias y la falta de recursos se han convertido en los azotes de los Carnavales Mazatlecos ya que por estas casusas se han suspendido hasta en seis ocasiones

  • Sirva la Pandemia del Covid – 19 para conocer los antecedentes de la ahora fiesta tradicional de Mazatlán: El Carnaval

Mazatlán, Zona Trópico, Sinaloa, México, a; 6 de febrero de 2021.- No todo es tan malo con la pandemia del Covid – 19 ya que nos ha brindado la oportunidad de, en primer término, valorarnos como personas, valorar la vida, la salud, los seres queridos, los amigos, los compañeros, incluso hasta los adversarios.

También ha sido una buena oportunidad para reflexionar sobre nuestras relaciones matrimoniales, familiares, amigos, compañeros y además de sopesar lo bueno y lo malo de lo que tenemos como costumbres, sistemas educativos, laborales y de convivencia humana, apreciar nuestra libertad, costumbres y tradiciones

Aquí, en Mazatlán, en donde José Alfredo Jiménez, el gran cantaautor guanajuatense, con claridad captó y plasmó en su ahora famoso corrido a “Mazatlán” la forma de vida de los mazatlecos, la que definió muy bien en esta frase: “Aquí hasta el pobre se siente millonario” y, en efecto, los mazatlecos y las mazatlecas son alegres por naturaleza, la influencia del trópico es fundamental para ello, y esa alegría la plasman de manera natural, no de ahora, sino casi desde siempre o mejor dicho desde hace muchos años.

Algunos creen que la alegría de los mazatlecos viene desde la creación de su Carnaval, que se afirma aparece en 1898, pero según datos plasmados en distintos documentos y recopilados por Antonio Lerma Garay en su libro: “Historia de Mazatlán”: Tomo II páginas 157 a la 173, existe un antecedente mucho más remoto y este fue “La Fiesta de Mayo de Olas Altas.

Con motivo de la sexta suspensión de la máxima fiesta de los mazatlecos actuales, su Carnaval, en su 123 edición a causa del Covid – 19, recordamos las otras cinco, siendo la primera; en 1903 a causa de la peste bubónica; en 1912 fue la segunda a consecuencia de la viruela; también se suspendió por falta de fondos en 1906, 1915 y 1916, o sea que tres veces por pandemias y tres por falta de circulante, que para el caso es la misma.

Y una vez dicho lo anterior, vayamos a lo que Antonio Lerma Garay encontró de esta rumbosa fiesta de los mazatlecos:

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La Fiesta de Mayo de Mazatlán

Por: Antonio Lerma Garay

Parte; I

[quote font=”arial” font_size=”25″ bgcolor=”#1ef800″ color=”#120e0e” bcolor=”#1ef800″ arrow=”no”][dropcap style=”circle” color=”#20b815″ bgcolor=”#2b2121″ sradius=”0″]Y[/dropcap]o ignoro si existe en el calendario un santo patrono de los jugadores, más debo creer que esta fiesta está expresamente dedicada a él. Henry Wise[/quote]

 

Las fiestas de mayo de Olas Altas fueron la celebración por excelencia en el Mazatlán del siglo XIX. De hecho la Celebración actual del Carnaval es producto de estas fiestas decimonónicas y, por supuesto, de la celebración católica de las carnestolendas.

Durante varios días, miles de mazatlecos se volcaban al paseo de Olas Altas para divertirse, jugar, beber, bailar. Pero también venían para participar gente de los alrededores.

El ayuntamiento celebraba una subasta pública en la cual arrendaba toda la calle al mejor postor. Sobre ésta el ganador, construía tiendas en las cuales se instalaban fondas, neverías, cantinas y juegos de monte y ruleta.

En la calle y fuera de las tiendas había carcamanes y más juegos, pero de menor cuantía, se vendían enchiladas, tamales y demás platillos locales.

Al caer el sol la calle se llenaba de familias que iban y venían, escuchaban la infaltable música, cenaban y muchos de los asistentes acudían al verde tapiz del monte o de la ruleta para tentar la suerte.

Por fortuna existen varios testimonios acerca de lo que era esta celebración.

«Mazatlán era extremadamente alegre debido a la festividad anual que se lleva a cabo en Olas Altas —una playa curva que se asienta entre los dos promontorios frente al océano. Yo ignoro si existe en el calendario un santo patrono de los jugadores, más debo creer que esta fiesta está expresamente dedicada a él. Había un gran número de casillas hechas de ramas y palos sobre el paseo arenoso, todas bonitamente adornadas con muselina y otras telas ligeras. En cada una habla una sabrosa exposición de vinos y frutas, con salones cara al mar hechos de mamparas, dispuestos para jugar o comer.

Más allá había unos vigorosos postes, firmemente plantados al suelo, soportando coches que se columpiaban o caballos de madera, algunos girando perpendicularmente mientras que otros lo hacían en forma horizontal.

Más allá estaban las barracas más humildes, para las clases más bajas -para el juego, saltabancos. malabaristas, comidas y, quizá, uno que otro pleito-.

Hacia la noche la población se reúne en Olas Altas y la escena se pone muy alegre y animada -las mesas de monte con muchedumbres, dólares y onzas de oro repican incesantemente- loterías en las que se juega para ganar dulces y licores; indios con tablas de figuras, haciendo más ruido que sus hermanos y apostando monedas de cobre o un pescado frito. Los carros y los caballos llenos de paisanos deleitados, disfrutando los placeres de la vida en la ciudad.

¡Y en los fandangos también! Había muchachas con sus vestidos más alegres, bailando con la animadora música de arpas y guitarras, en intervalos reventando un agudo grito.»

El vapor Panamá zarpó de San Francisco el primero de mayo de 1861 para anclar en las aguas mazatlecas el día veinte de ese mismo mes y año. Era ese el viaje Inaugural de la línea Holladay & Flint. A bordo venía El Vapor, un pasajero que describió esta celebración en los términos siguientes:

«La presente diversión de la buena gente de Mazatlán, en la que generalmente se la pasa bien, es la “Gran Fiesta de las Olas Altas.” Cómo esta celebración o fiesta se originó no podemos asegurarlo, pero es la costumbre anual, del 18 al 25 de mayo, para la población, comprendiendo todos los rangos de la vida se reúnen en el paseo llamado Olas Altas. La calle, construida en un solo lado, está abierta al mar, que rompe sus olas continuamente en la playa, y está situada de tal forma que recibe cualquier viento o brisa que sople; especialmente por las noches, esto lo hace el paseo más refrescante. Desde la posición peculiar del punto seleccionado y sus ventajas para nadar, y siendo costumbre de los mexicanos en toda la costa consentirse con baños de mar durante el mes de mayo, nos inclinamos a creer que para los primeros pobladores de Mazatlán este era su Rockaway, y cayendo en desuso como sitio de natación se instituyó esta nueva costumbre. Sea como fuere, con impaciencia, las Fiestas de las Olas Altas son esperadas desde meses antes y cuando al fin llegan, en todo el espacio no ocupado de la calle se alinean las filas de estructuras de mercaderes, cantineros, propietarios de casas de juego, que pagan enormes rentas a la municipalidad por la semana de ocupar esos lotes asignados. Se levantan casas de lona, tiendas, palapas, y en veinticuatro horas son suficientes para convertir ese punto previamente tranquilo, cuya quietud sólo era rota por el sonido de las olas al romper en la playa, en un pueblo atestado y animado, pareciéndose mucho a los pueblos del placer de California en 1849-1850. La diversión comenzó el 18, y desde ese día hasta su terminación, la noche del 25, el lugar bien valía la pena ser visitado. Los salones de juego eran los más prominentes y dispuestos con arreglos hechos con buen gusto. En muchos, las lonas eran bandas de azul y rojo, lo que les daba un bonito efecto: y en las entradas, águilas doradas o algún otro emblema lujoso, con nombres llamativos como El Dorado, El Puerto de Oro, La Rueda de la Fortuna, El Palacio de Cristal, etcétera. Los interiores estaban bien adaptados con barras, mesas de juego, cuadros, etcétera. Los bancos bien proveídos de doblones y dólares, y los banqueros parecían siempre estar listos para recibir los golpes de El Monte. Nuestro viejo amigo de los caballitos voladores, es llamado Volantín, se veía bien acogido; sus asientos de los caballos y los carruajes llenos de alegres y risueñas señoritas y sus atentos caballeros, quienes giraban con la música de la más miserable de las bandas hasta que sus cabezas estaban mareadas y sus corazones contentos. Filas de vendedores de frutas, provenientes de la ahora plaza desierta, con pilas de sandías, melones, cocos, plátanos, piñas, ciruelas, naranjas, limones, etcétera. Mesas cubiertas de todo tipo de bebidas, transparentes y de colores, desde agua de coco pura hasta los más vehementes compuestos de aguardiente. Y en cada rincón o esquina entre la hilera de tiendas, y en las banquetas, tomaban posesión muchos cocineros itinerantes con sus muy ocupados braceros preparando muy elaborados y muy condimentados platillos de frijoles y chile colorado; tortillas y tamales, huevos fritos, pollo asado, fritangas de chiles, que habrían deleitado el corazón de Soyer y tentado a probar a los más grandes epicúreos.

Entonces el espacio reservado para el paseo estaba tan lleno de gente, que nadie podía pasearse ahí. Todos los mazatlecos estaban ahí, con sus esposas y sus adorables hijas; amontonados, apretujados, codo a codo y hombro a hombro cada uno, pero con el mejor humor posible en el mundo, todos en lo general y en lo particular. La crinolina parece muy inconveniente en ese gentío y perder a nuestro compañero, arrastrado por uno de esos “patentes de corso.” Nos consoló oír un llanto porque un bruto forastero con botas de cuero había pisado y arrancado toda la parte Inferior de sus aparejos. Pero era una escena feliz de disfrute fácil y gratuito de todos, de grado alto y bajo, juntos ver ahí la masa moviéndose feliz, más de tres mil gentes gozando esa bonita noche de luna, el ancho océano con su eterno murmullo tan magníficamente a la vista, esa tropa de niños indios bañándose en sus brillantes aguas. No pudimos evitar, antes de retirarnos de ahí, ser clientes de un pulquería e, inspirados por los negros ojos de Pepita, nos empinamos un enorme vaso de un ponche de piña “A las fiestas de Olas Altas” -que siempre pueda saludar. Hablando de bebidas, nos recuerda tristemente que actualmente no hay hielo en Mazatlán, pero no será para siempre, la casa de hielo donde se guarda este lujo está casi completada y el Wild Pigeon, el próximo barco que viene de San Francisco, se espera que traiga la refrescante carga para llenarlo. Los salones que existen actualmente en Mazatlán no son la gran cosa, y no les apostaría mucho. La Sociedad, cerca de la plazuela es a la que asisten los patricios de la población, y el Café de los Baños por los plebeyos. Billares y baraja, ajedrez y clamas, café, chocolate se sirven con indulgencia en ambos lugares.

Las innovaciones son amenazadas por uno o dos estadounidenses que intentan comenzar algo más llamativo y elegante, y quizá a nuestro regreso Denny estará preparado para servimos un Sherry cobbler frío. Así sea. y larga vida a ti, Denny querida si deseas lo mismo».

 

En un momento Parte II..

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