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Comentario Editorial

Imposible no hacer un comentario previo a la descripción que nos dejó el Sr. Gilbert del Mazatlán de 1850, misma que fue rescatada por Jesús Antonio Lerma Garay en su libro Historia de Mazatlán y publicada en el tomo IV en las páginas; 69, 70, 71 y 72.

De verdad esta descripción nos dejó sorprendidos, a grado tal que también nos es imposible no preguntarnos: ¿En dónde nos perdimos? ¿Por qué nos apartamos de ese fulgurante camino? ¿Qué debemos hacer para rescatar, preservar y poner en valor lo que veníamos haciendo tan bien?…

No voy a ahondar más en el tema dado que lo interesante es que lean lo que plasmó el Sr. Gilbert en ese año de 1850…

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Correspondencia del Señor Gilbert

Mazatlán, México. Nueve de enero de 1850.

Después de pasar Cabo San Lucas ayer por la mañana, seguimos un curso noreste directamente a través del Golfo de California para este puerto.

Sin embargo, apenas nos habíamos aventurado al mar, el barco dio signos evidentes de una disposición inquieta y los pasajeros, igualmente, fuertes indicaciones de estómagos decepcionados.

Hasta ahora, con la excepción de las olas en la barra en San Francisco, nuestro progreso había sido sobre aguas igual de placidas que aquellas del noble Río Hudson, pero ahora una fuerte brisa soplaba sobre el golfo y el barco a menudo estaba tan ladeado que Ia rueda de babor frecuentemente estaba fuera del agua.

Por supuesto, yo estaba entre los desafortunados que no les importaba «nadar o hundirse» y si no fuera altamente probable que Ia mayoría, si no es que todos, sus lectores conocen por experiencia propia los horrores de estar mareado, les daría una historia de los síntomas.

Llegamos a este puerto antes del amanecer, pero nos fue imposible anclar en consecuencia de la neblina, hasta las ocho a m.

La apariencia de Mazatlán desde el mar, con sus paredes blancas, sus pintorescas y placenteras principales características del escenario son románticas y bellas.

El puerto está formado por dos hileras de isletas rocosas separadas que se extienden hacia el mar desde tierra firme o istmo donde está construido el pueblo.

Estas islas flanquean el puerto por ambos lados formando un fondeadero seguro y tolerablemente espacioso durante tres cuartas partes de año.

Los meses de Julio, agosto y septiembre son inseguros por Ia prevalencia de terribles vientos del sureste. Los buques grandes se ven obligados a anclar a unas dos millas del pueblo, a consecuencia de una franja que cierra en el puerto interior y sobre el cual los barcos de más de dos metros setenta de tondo rara vez pueden pasar.

Las cactáceas que crecen en las colinas, los cocoteros y plátanos que se ven en dirección del pueblo, nos dan la seguridad de que podemos esperar encontrar bastante fruta que sería especialmente agradable para nuestro entusiasta apetito californiano.

Cuando, por tanto, se supo que el vapor atracarla aquí hasta las cuatro de la tarde hubo una manifestación general de deleite y los pasajeros luchando por subir a los botes.

Ya en Ia orilla, dedique varíes horas para caminar por el pueblo.

Las calles de Ia sección comercial son angostas e irregulares, pero están bien pavimentadas y mantenidas limpias y libres de todo obstáculo.

La mayoría de las casas están construidas de ladrillo, empastadas en el exterior y pintadas de blanco o de lechada. Generalmente son de dos pisos. Tienen techos planos, con patio al centro y corredores alrededor de todo el interior.

Estos patios tienen pozos al centro y a menudo son embellecidos y refrescados con árboles frutales, arbustos y flores.

Hay varios establecimientos mercantiles grandes manejados por extranjeros. Principalmente están ocupados del comercio de productos de otros países por los de México, pero nada raro es que grandes cantidades de metales preciosos se embarquen desde aquí.

He escuchado que gran contrabando se efectúa aquí clandestinamente, y por los hechos que han venido a mi conocimiento estoy dispuesto a creer que esa versión es cierta.

Los establecimientos mercantiles están arreglados con una limpieza y buen gusto que jamás vi igualado en cualquier ciudad, y los encargados son suaves y amigables.

Toda Ia apariencia del pueblo y sus habitantes es atractiva.

Los habitantes parecen industriosos, algunas artes mecánicas comienzan a florecer, los ciudadanos son bien vestidos y corteses, y en conjunto el pueblo tiene un aspecto de ahorro, energía y empresa que me fue de lo más agradable y que no estaba preparado pare encontrar.

Aunque un muelle fue construido en el punto principal de desembarque por las fuerzas americanas cuando tomaron posesión de la ciudad, cuando la marea baja, incluso a los botes más pequeños les es difícil alcanzar de seis a nueve metros de la orilla.

Para remediar esto unas cíen personas se alinean en la playa, quienes con nada en sus piernas son capaces de vadear y cargan hasta a tierra a los infortunados pasajeros salvos y secos.

A veces esto provoca mucha risa y diversión, y la pertinacia con que estos cargadores instan a su demanda individual de empleo, haría honor a los taxistas de Nueva York o Filadelfia.

Mazatlán tiene una población estimada de cinco mil a diez mil habitantes. Debo pensar que no baja de seis mil almas.

El cólera, del cual todo rastro ha dejado en la ciudad, se llevó muchos cientos, principalmente de las clases más bajas, pero no supe que se llevaran estadísticas de los estragos de Ia enfermedad.

La fragata inglesa «Amphitrite» está estacionada aquí, y varios barcos, bergantines y goletas están también en el puerto. No supe de alguno estadounidense.

Cuando nuestros pasajeros regresaron al barco esta tarde, llegaron cargados de evidencias sustanciales de su paseo en Ia playa, en la forma de naranjas, limones, plátanos, cocos, piñas, camotes, huevos, pollos, pasteles, etcétera.

Presumo que mucha gente se verá de mejor talante por los próximos días.

Por la correspondencia terrestre me entero de que llegaron los periódicos de Nueva Orleans de hasta el seis del pasado diciembre. Vi uno del veinticuatro de noviembre, pero como usted tendrán de fechas posteriores me abstengo de citarlos.

Noté, sin embargo, que la explosión de una caldera del vapor sucedió apenas dejaba el muelle de Nueva Orleans. Por la cual unas cíen personas murieron, entre ellas el Doctor Marsh del Rancho Pulpunes en San Joaquín, California.

He aquí otro de nuestros más viejos ciudadanos, que después de volverse competente, de repente ha sido arrebatado de los disfrutes y bendiciones de la vida.

El corresponsal en Nueva Orleans de El Siglo Diecinueve, (periódico impreso en la ciudad de México) dice en fecha treinta que ha ocurrido una ruptura entre el señor Clayton y el presidente Taylor, respecto a la cuestión Cuba, y que la oficina del Secretario de Estado había sido presentada al señor Clay, quien cortésmente había declinado.

También menciona Ia llegada del señor Henry Bulwer. Ministro inglés, y corre el rumor de que viene cargado de instrucciones positivas de su gobiemo de no oponerse a la anexión de Canadá, pero entregar una decidida protesta de su gobierno en contra de Ia acción del gobierno de Nicaragua y nuestro encargado. señor Squier.

Soy incrédulo de estas materias, pero probablemente cuando esta carta llegue a ustedes estarán en posesión de información que determine su verdad o ficción.

Hay pocos estadounidenses en Mazatlán, que van para California quienes han venido por la ruta terrestre conciudadanos California mexicana. Ellos reportan que hay otros grupos de conciudadanos que vienen por la misma ruta.

E. G.

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