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Mazatlán, al igual que todo México, tiene sus propias leyendas y una de ellas es la de la aparición del Diablo en la taquería La Chiripa, suceso, que en la época en que sucedió, llenó de terror a los mazatlecos

  • Hoy en Domingo de Historias de Mazatlán Interactivo queremos refrescar este hecho que ha quedado guardado en la memoria de las leyendas locales

Artículo de Archivo

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[dropcap style=”square” color=”#ffffff” bgcolor=”#000000″ sradius=”12″]U[/dropcap]na cosa es hablar de aparecidos y otra muy distinta hablar de que el Diablo “en persona” se apareció en un lugar.

Muchísimas personas guardan en sus recuerdos prohibidos algún relato que tiene que ver con lo sobrenatural, sea esto lo que sea. Pero debe ser excepcional una historia que documente, con abundancia de detalles, la ocasión en que el amo del Infierno estuvo en un centro de baile, y no sólo eso, sino que también se permitió, con pareja formal, ejecutar algunos rítmicos desfiguros al son de las tonadas de moda en la época respectiva.

En la relativa lejanía que marca el transcurrir de mucho años, Mazatlán era una población que no pudo sustraerse al influjo de la llamada música disco, cuando, sin agotarse del todo la eterna primacía del rock and roll, Hollywood tuvo la ocurrencia de inventar a John Travolta y su fiebre nocturna del sábado por la noche, acompañado de la modosita Olivia Newton-John. Al ritmo de letras musicales de los hermanos Gibb (los famosísimos Bee Gees), se produjo entonces un corte, no necesariamente profundo o devastador, en el modo cultural que Los Beatles habían implantado desde los sesenta en el ámbito juvenil.

En la calle Belisario Domínguez, específicamente donde hace esquina con la calle Mariano Escobedo, había un restaurante de carnes asadas que contaba con una pequeña pista de baile, negocio que floreció exitosamente, en donde invariablemente los fines de semana se congregaban parejas deseosas de rendirle culto, tanto en baile como en vestimenta, a Travolta y su estilizada forma de predominar en la pista. El nombre del lugar era “La Chiripa”. Y fue allí, donde un sábado, el Diablo se apareció.

Todo empezó cuando un apuesto joven sacó a bailar a una no menos agraciada chica, y bajo los arpegios de una melodía “disco” con la que tan singular pareja abrió tanda en la pista, inundada de luces multicolores, dicha pieza se llama –pues es una de mis preferidas, y la puso de moda Gloria Gaynor: “Sobreviviré”.

Y eso fue precisamente lo que en buena hora le ocurrió a la joven mazatleca que bailó con el Diablo: sobrevivió, acaso porque este torvo personaje andaba sólo en plan de “ligue” sentimental, pero algo debió pasar que estropeó la prometedora sintonía amorosa surgida entre una y otro.

Realmente el encanto de la chica se esfumó al percatarse de que, su gentil compañero, en lugar de pies, tenía “unas horripilantes y peludas pezuñas de cabra, con matices blancos combinados con gris oscuro…”, según describí en la crónica en su momento; al verse descubierto por su juvenil compañera, el Diablo desapareció de la pista de “La Chiripa” como alma que lleva el ídem.

Como tenía que ser, el lugar quedó impregnado del clásico olor que se atribuye al señor de las Tinieblas: azufre vil.[/vc_column_text][/vc_column][vc_column width=”1/2″][vc_column_text]

Eso debió ser lo de menos, lo demás fue que la chica resultó comprensible presa de una histeria desbordada, curiosamente, la melodía que les arrullaba en la pista antes de que el terror se abriera paso, se llama “El último baile”. Este aviso también puede ser interpretado literalmente en el examen de la presente historia. Al esfumarse el Diablo, el caos hizo de las suyas en “La Chiripa”. Se manifestó allí un típico caso de posesión diabólica, igual o peor que el presentado en la película El Exorcista protagonizada por Linda Blair.

La antigua crónica describe en su texto que la joven se desplomó en el mero centro de la pista, agobiada por la terrible impresión por la que acababa de pasar, los ojos se le voltearon, ya sin ningún afán de coquetería, le atraparon repetidos espasmos, temblaba y una saliva blanca y espumosa le inundó la boca.

Ante este cuadro, los jóvenes “travoltianos” quedaron perplejamente atemorizados, las muchachas, más francas, lloraban escandalosamente, mientras buscaban protegerse en el pequeño local de “La Chiripa”. Más bien debieron protagonizar un escape tumultuoso. No era para menos.

Al día siguiente, la leyenda o el mito empezaron a cobrar su cuota, corrió como reguero de pólvora lo ocurrido en “La Chiripa”, todo mundo dio por real el hecho, alguien afirmó que había visto las quemaduras en la espalda que el Diablo le causó a la muchacha al abrazarla para danzar.

El relato anterior se acreditó públicamente con celeridad propia de mejor causa, nadie lo objetó al amparo de los fueros de la razón, cada quien se permitió hacerle un particular agregado. Al rato, entonces, propios y extraños quedaron convencidos efectivamente de que el príncipe de El Averno se había aparecido en Mazatlán, por eso, no sólo los rumores políticos naturalizan rápidamente su trama, también ocurre lo mismo con los de carácter sobrenatural. Pero los primeros regularmente descansan en ciertas nociones lógicas, sin embargo, los segundos adolecen de este asidero.

Ciertamente, no hay, como no la hubo en su momento, explicación racional que torne viable la presencia del Diablo en un juvenil restaurante con centro de baile como fue “La Chiripa” de Mazatlán, en todo caso, debió arribar a otro lugar con características más lúgubres o perversas. Periodista al fin, los hechos me obligaron a dar una explicación de la crónica escrita y la ofrecimos en la misma “disco”, una semana después de la tenebrosa aparición a que se alude.

Dijimos, porque así lo hacían constar informes divulgados, que veinte días antes el Diablo también se había aparecido en otra “disco” de Culiacán, sostuvimos, entonces, que este grotesco caballero debió venir en una especie de gira artística por el Pacífico, valiéndose del miedo que dejaba a su paso.

Nos tiraron a locos y ordenaron que no nos sirvieran ni tan siquiera un agua de Jamaica con hielos; nadie tomó en serio nuestra informada apreciación. Y es que, como siempre, cada quien asume creer lo que quiere creer, con Diablo o sin él de por medio.

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2 comentarios

  1. Apreciable Jaime:

    Muchas gracias por tu comentario.

    Precisarse, que el autor es desconocido y que casualmente nos encontramos en un proceso de rescatar historias o leyendas urbanas de Mazatlán y de ser posible del estado de Sinaloa. Y es donde nos topamos con esta historia, la cual publicamos con la intención de encontrar, tal como ya sucedió, una réplica y en ese sentido dar con la verdadera historia.

    Es por lo anterior que te invitamos a que nos cuentes la verdadera historia de esta leyenda sucedida, supuestamente en La Chiripa, que efectivamente era una taquería.

    Quedamos a tu entera disposición para cuando decidas platicar y hacerte toda una entrevista.

  2. Jaime Blancarte on

    Mi estimado redactor de esta historia, quiero decirle que miente con todos los dientes.
    La Chiripa era una taquería y en ese entonces la mejor y más famosa de Mazatlán.
    Nunca fue pista ni salón de baile.
    Y la historia no es así.
    Y lo digo yo quien era el propietario de dicha taqueria.
    Y lo pueden corroborar muchos de los que fueron clientes.

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