[accordions type=”toggle” handle=”pm” space=”no” icon_color=”#e1dada” icon_current_color=”#463939″][accordion title=”La Peste Bubónica” icon=”” state=”yes”]
Publicado en el Libro: Historia de Mazatlán Tomo II
El bacteriólogo Alexandre Emile Jean Yersin nació en Aubonne, Suiza, el veintidós de septiembre de mil ochocientos sesenta y tres, y murió en algún lugar de Indochina ochenta años después.
Fue este doctor francosuizo quien, al igual que el japonés Kitasato Shibasaburo, descubrió el bacilo responsable de la peste bubónica. Pero es Yersin quien recibe los créditos por haber creado el primer suero anti bubónico.
Y si bien este hombre de ciencia nunca estuvo en Mazatlán, los productos de sus investigaciones habrían de ser la cura que liberaría a esta ciudad de la peste bubónica el año mil novecientos tres.
Las primeras manifestaciones de esta enfermedad se dieron desde diciembre del año anterior. El día primero de enero siguiente se hicieron los primeros estudios microscópicos en la sangre de personas que se encontraban enfermas. Gracias a ello se supo con certeza que la epidemia que se presentaba en el puerto sinaloense era, en efecto, la peste bubónica.
Para el día trece de ese mes hubo nueve casos nuevos y ocho defunciones a causa de dicha enfermedad; para el día diecisiete del mismo mes se reportaron siete muertos, mientras que el lazareto albergaba a doscientos cincuenta pacientes.”El lazareto fue establecido en la isla de Soto o de Belvedere”.
Dicen que más vale tarde que nunca, y ya era abril cuando un diario de España publicó la siguiente noticia:
“La Gaceta ha publicado un anuncio de la Dirección General de Sanidad participando que, según noticias de nuestro cónsul en México, ha aparecido la peste bubónica en Mazatlán, puerto del Pacifico. El origen de esta epidemia era incierto, pero de inmediato las sospechas apuntaban hacia barcos provenientes de Asia. Sin embargo, poco a poco las sospechas fueron dirigiéndose hacia la ciudad de San Francisco, California”.
Las autoridades de dicha ciudad se concretaron a negar la acusación. Sin embargo, el gobierno de Estados Unidos pensaba diferente.
El editorial de un periódico señaló: “Por muchos meses la plaga ha estado cobrando sus víctimas en los barrios bajos de San Francisco y las autoridades municipales en lugar de aceptar francamente la existencia de la enfermedad y tomar medidas vigorosas para su extirpación. Han preferido seguir la mala y vieja política de negar y hacer lo que podían sin asustar o interferir con los negocios.
Las autoridades federales de México determinaron que la causa más probable de la aparición de esta epidemia en Mazatlán fue a través del barco Curazao que había llegado a esta ciudad desde San Francisco.
Los mazatlecos estaban aterrorizados y muchos huían de esta ciudad rumbo a cualquier sitio donde la bacteria no los contaminara.
Unas fuentes señalan que más de cinco mil ciudadanos huyeron de la ciudad, a razón de unas trescientas personas por día.
Pero algunos de ellos ya estaban infectados y los síntomas se les presentaban en el camino, donde encontraban la muerte en soledad al ser abandonados por sus compañeros de huida.
Una mujer cuyo pequeño hijo había contraído la enfermedad intentó ocultarlo y se escondió en una casa ajena. Aun así el niño murió y tanto la madre como una compañera suya fueron acusadas de allanamiento de morada y de infestar dicha vivienda.
Las autoridades habían tomado la determinación de quemar toda vivienda donde se encontraran personas infectadas. Incluso el moderno astillero sufrió este destino ya que creía que algún barco europeo que habla sido reparado ahí había traído la enfermedad hasta esas instalaciones.
En la construcción de los astilleros el gobierno habla invertido una fortuna y tan sólo pocos años antes había quedado concluido.
Uno de los casos que más llamó la atención fue el que protagonizaron desde diciembre del año mil novecientos dos los tripulantes de un buque de bandera inglesa, el HMS Grafton.
En una casa ubicada en el barrio de La Playa murieron once personas pero nadie dio aviso a las autoridades.
Fue entonces cuando un médico de dicho barco bajó a tierra y fue a examinar dos de aquellos cadáveres.
Tras hacerlo concluyó que no habían muerto de la temida peste. Sin embargo, poco después se supo que dicho médico al ocultar la verdad lo único que perseguía era que su barco no fuese puesto en cuarentena por las autoridades sanitarias.
[/accordion] [accordion title=”Carlos Ezeta” icon=”” state=”no”]
El general Carlos Ezeta fue presidente de El Salvador de 1890 a 1894, pero poco antes de concluir su mandato fue derrocado.
Él, su esposa e hijos terminaron viviendo en California, Estados Unidos.
En agosto de 1902 don Carlos decidió visitar México y a bordo de un barco llegó a Mazatlán.
Aquí vivió varios meses en forma callada, casi desapercibida.
Hasta que llegó diciembre, y en este mes aparecieron las primeras manifestaciones de la peste bubónica.
Y aquí estaba aquella poderosa pareja compuesta por don Carlos y doña Josefa, en aquel Mazatlán en el que nadie quería estar debido a la peste.
En enero de 1903 sucedió lo que ellos jamás hubieran imaginado: en una ciudad que le era ajena, en un país que no era el suyo, sin un centavo en el bolsillo, sin un amigo, aquel poderosísimo general salvadoreño cayó enfermo de la peste que azotaba la ciudad.
El general Carlos Ezeta había nacido en San Salvador el 14 de junio de 1852, y vino a Mazatlán para morir víctima de dicha enfermedad el día 21 de enero de 1903.
Doña Josefa no tuvo dinero para pagar el sepelio de su marido, por lo que el gobernador del estado, Francisco Cañedo, pagó personalmente los gastos funerarios y dispuso que sus restos descansaran en el panteón Ángela Peralta, donde aún permanecen completamente desapercibidos.
[/accordion] [accordion title=”Incidente en Villa Unión” icon=”” state=”no”]
El doctor Martiniano Carvajal estuvo a punto de morir durante esta epidemia… y no precisamente por la enfermedad. Esta es la anécdota.
Cuando la peste en mención azotó nuestra ciudad, miles de mazatlecos la abandonaron intentando evitar ser contagiados, pero muchos de ellos ya habían adquirido la enfermedad y en su emigración sólo la propagaban.
Fue así como llegó a Villa Unión, El Quelite y otras poblaciones.
En Villa Unión la enfermedad cobró varias vidas. Fue por ello, que se propuso erigir tanto en El Quelite como en Villa Unión sendos lazaretos.
El día 2 de marzo de 1903 el doctor Carvajal viajó a Villa Unión para supervisar personalmente los trabajos, pero el día 3 murieron dos personas en esta población y los dos agentes de sanidad que quedaban en el pueblo hicieron lo que solían hacer en estos casos: de inmediato dispusieron incinerar las casa que habitaban estas dos personas.
Y así lo hicieron, muy pronto ambas viviendas estaban siendo consumidas por el fuego.
Pero ambos agentes lo hicieron tan imprudentemente que muy pronto las casa contiguas comenzaron a incendiarse… y luego las de enseguida… y otras más.
El resultado fue de catorce casas incendiadas por causa del mal manejo de la situación por parte de los agentes sanitarios.
Los propietarios de las otras doce casas incendiadas muy pronto montaron en cólera y comenzaron a agredir a los dos agentes de sanidad.
A los dueños de las doce casas destruidas se sumaron muchas personas más.
Muy pronto más de cien villaunionenses correteaban por las calles a los agentes mientras los apedreaban.
Los dos hombres se internaron en el monte y escaparon como pudieron de la muchedumbre.
Pero por fortuna también en Villa Unión se encontraba un destacamento del ejército que intervino de inmediato y restauró el orden.
Pero el asunto no terminó ahí. La turba consideraba que el culpable de todo era el doctor Martiniano Carvajal y comenzaron a buscarlo en Villa Unión, gritando consignas en contra de él y jurando que lo matarían en cuanto lo encontraran.
El 21 de enero se reportó que había cuarenta y tres personas graves en el lazareto además de la muerte de seis.
Para esa misma fecha ya había sido reducidas a cenizas ciento cuarenta y una casas, incluida la del jefe de la policía.
Por las noches el gentío se arremolinaba para ver las casas en turno ser consumidas por el fuego.
[/accordion] [accordion title=”Solidaridad” icon=”” state=”no”]
El domingo dieciocho de enero de mil ochocientos tres se celebró en la plaza de toros de la localidad una corrida en beneficio de los afectados por la peste bubónica.
La plaza no tuvo lleno completo debido en primer lugar al miedo de contraer dicha enfermedad Y. en segundo término, a la poca propaganda que tuvo el evento. Cuatro toros de Piedras Negras y otros tantos de Tepeyehualco animaron la función.
El veterano Manuel Hermosillo fue la figura principal, y en su primer enfrentamiento pudo matar al toro de manera magistral; no sucedió igual con la segunda bestia aunque al final logró su cometido.
Rafael Gnuel Molina “Algabeñito Gómez, Gallito, se jugó ante igual número de rumiantes, y pudo lucirse como nunca antes. Los taurófilos le aplaudían en cada faena.
Manuel Molina el “Algabeñito” se enfrentó también a
dos corpulentos toros, y lo mismo hizo Manuel Jiménez -chicuelo”.
En San Francisco, California, el 14 de febrero, con el consentimiento del cónsul de México en esa ciudad, el Club Zaragoza efectuó un gran baile en las instalaciones del Mechanic’s Pavillion, cuyas recaudaciones eran para los afectados por la peste en Mazatlán.
La ciudad de Los Ángeles no se quedó atrás y ciudadanos mexicoamericanos entregaron al cónsul mexicano, general Guillermo Andrade, la suma de setecientos dólares para los sufridos mazatlecos.
[/accordion] [accordion title=”Erradicada” icon=”” state=”no”]
Era mediados de marzo cuando se presentaron unos cuantos nuevos casos en Villa Unión y Siqueros, pero para el día 28 los efectos del suero de Yersin junto con los esfuerzos de Carvajal y su equipo rindieron frutos ya no había ningún caso nuevo: para esta misma fecha, en ambas poblaciones, habían sido vacunadas un total de 643 personas.
Mientras que en Mazatlán el día 29 cinco pacientes fueron dados de alta del lazareto, y los ocho que aún permanecían en él ya convalecían.
El día ocho de febrero la situación era la siguiente:
“Mazatlán. México. 8 de febrero. Hubo dos muertos por la plaga hoy. Se han obtenido resultados muy satisfactorios con el uso del suero Yersin. La mayoría de los pacientes a quienes se les ha aplicado empiezan a recuperarse de inmediato. Casi todos los hoteles y casa de hospedaje están cerrados ya que los propietarios temen que la enfermedad aparezca en ellos y sus edificios serían incendiados.
Para abril siguiente la situación había sufrido un cambio sustancial:
“Mazatlán, México. Este domingo cinco pacientes fueron dados de alta del lazareto, así que sólo quedan ocho cuya condición es satisfactoria. Pero se observa que no sufren ya de la plaga sino de las consecuencias de la enfermedad.
Las noticias recibidas de Siqueiros no son iguales. En Villa Unión seiscientas cuarenta y tres personas han sido vacunadas con el suero Yersin y ni un caso ha ocurrido en los pasados once días”.
«La Peste Negra” entró sin decir agua va y escondida en las coletas de unos chinos, en Mazatlán, puerto importantísimo del Pacífico, hace algunos meses, y la conmoción que la noticia produjo en la República entera, en la capital sobre todo, fue angustiosa y violenta.
Hubo un momento de pánico doloroso y algo más: la convicción, efímera por fortuna, de que no podíamos combatir la plaga.
La circunstancia de que en Estados Unidos, a pesar de todos los esfuerzos, la “peste negra” se había localizado en un barrio durante dos años, aumentaba tal convicción.
De esto a la resignación fatalista no había más que un paso; pero este paso no se dio.
Vino por el contrario una iniciativa emanada de varios caballeros, quienes se constituyeron en junta para arbitrar fondos que permitieran acumular todos los elementos de lucha contra la peste, y al llamamiento aquel respondió todo el país de la manera más amplia y generosa.
La junta pudo así reunir unos trescientos mil pesos, que agregados a diversos donativos de procedencia ajena a ella, han llegado ya a cerca de medio millón de pesos. Merced a tales recursos, Mazatlán —nuestro más bello puerto de Occidente— ha logrado extinguir por completo la infección. empleando todos los medios posibles por costosos que sean, incendiando innumerables casas apestadas y resarciendo naturalmente a sus dueños de la pérdida; creando un lazareto modelo; estableciendo puestos de observación; haciendo purgar cuarentenas severísimas; desinfectando concienzudamente la ciudad y adquiriendo en grandes cantidades tubos de suero Yersin para la vacuna.
A estas fechas todo peligro se ha desvanecido, la peste, confinada merced al esfuerzo unánime en una estrecha zona, desapareció por completa y aun cuando algunos pesimistas, fundándose todo en el hecho de que en el extranjero, con más elementos, con másq cultura, con más etc. no se ha podido vencerla, afirman que volverá en invierno, no es este el temor que priva y hay en todo caso la esperanza de que estando el país entero apercibido a la lucha y dispuesto a la disciplina y al sacrificio pecuniario, la victoria contra la plaga no será muy ardua. …
De tanto mal, empero, ha quedado un bien: el espíritu de solidaridad nacional, más despierto que nunca ante el común peligro. Y esto es algo y aun algo, si ha de repetirse el inmortal clisé del Sancho inmortal. Amado Nervo. Junio de 1903.
Cuando por fin se decretó que la peste bubónica había sido erradicada de Mazatlán fue motivo de gran fiesta. Lo última acción directa que quedaba por hacer era quemar el lazareto.
La mañana del domingo señalado para el efecto los mazatlecos lo festejaron como si se tratara de las fiestas de carnaval.
Un gentío se congregó en las playas que daban a la isla de Belvedere mientras que un elevado número de canoas navegaba por el canal transportando a hombres, mujeres y niños que ansiaban ver el final oficial de tan pavorosa enfermedad.
Y cuando llamas y humos comenzaron a ser vistos en dicha isla la algarabía se generalizó; aplausos, vivas y bravos se escuchaban por doquier.
Una vez que la epidemia fue erradicada, el gobierno del presidente Porfirio Díaz Mori tomó la determinación de realizar obras que previnieran la aparición de enfermedades de tal magnitud.
Fue por ello que en octubre siguiente concesionó al señor William Astor Chanler, de Nueva York, la construcción del sistema de drenaje de la ciudad y puerto sinaloense, cuyo costo se estimó en dos millones de pesos.
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Para que conozca todo los detalles de este y otros sucesos acontecidos en Mazatlán, adquiera el libro: Historia de Mazatlán de Jesús Antonio Lerma Garay:
Contacto con el autor:
Antonio Lerma Garay:
Cel: 6692805733 – Correo: mazatlandecimononico@yahoo.com.mx
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