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La llegada de la Peste Negra al Puerto de Mazatlán

El puerto de Mazatlán vivía a finales del Siglo XIX una insólita prosperidad comercial, lo que lo situaba ante los ojos del exterior como una de las ciudades más progresistas del Occidente de México. Pero la realidad era otra, la población vivía sumida entre el lodo y la inmundicia, las aguas negras carecían de la canalización adecuada, por lo que en todas las áreas de la ciudad se podían ver lagunas de agua estancada de las que se percibían fuertes olores fétidos.

Las autoridades municipales y los notables de la comunidad, se la pasaban discutiendo proyectos higiénicos que vinieran a remediar esta insalubre situación, pero después de tediosos e interminables alegatos, nunca se tomaban resoluciones definitivas que permitieran mejorar las detestables condiciones higiénicas de la ciudad.

Esta falta de unión de criterios entre el gobierno y la sociedad dominante, colocaron a la población en una circunstancia prácticamente de fragilidad, para recibir en cualquier momento a cualquier enfermedad infecciosa que llegara; de nada habían servido las dolorosas experiencias adquiridas frente a epidemias anteriores: (Cólera Morbus 1849) y (Fiebre Amarilla 1883). La negligencia era total y absoluta, nadie parecía darse cuenta de los riesgos a los que estaban expuestos y aunque se tenía conocimiento de la existencia de un terrible mal infeccioso que durante siglos había azotado a la humanidad, se le creía extinguido de las costas del Continente Americano y relegado a sus obscuras y lejanas guaridas del Oriente.

Que equivocados estuvieron los Mazatlecos de esos años que no comprendieron, ni tan siquiera se imaginaron, la ruina y desolación que estaba por llegarles.

La epidemia de la peste negra, de la variedad “Bubónica” se manifiesta en el puerto de Mazatlán el 13 de Octubre de 1902; se presume que el virus lo portaban unos marineros que venían a bordo del vapor “Curacao” procedentes de San Francisco California. Se dice que el virus en sus inicios no se evidencia con suficiente claridad, quizás esto se debió a la falta de conocimientos sobre el mal o al hecho de las autoridades de negarse a aceptar que la ciudad pudiera estar asociada con un problema infeccioso, sin aceptar que la realidad era otra.

Los primeros brotes del mal se dieron en una vecindad de malolientes pocilgas de madera, conocidos como “Cuartería de Lamadrid”, localizada en donde actualmente es la manzana que forman las Calles Romanita de la Peña, Venus, Roosevelt y Ancla, a una relativamente corta distancia de los cobertizos de la aduana marítima y el muelle principal de embarque. A los siete días de presentarse el primer brote de la enfermedad tuvieron lugar las primeras muertes de una espeluznante cadena que no tendría fin hasta la completa erradicación de la epidemia.

La epidemia empezó poco a poco a infectar a los ocupantes de las casas cercanas y esto alarmó a la población, quienes pidieron la intervención de las autoridades, las que en voz del delegado del consejo superior de salubridad (SSA) Dr. Leopoldo Ortega, quien también era el Prefecto de la ciudad, les informó que después de una concienzuda investigación se había evaluado que sólo se trataba de una forma grave de Paludismo, causado por tantos pozos de agua infectada y al muladar existente en esos caseríos.

El Prefecto Dr. Ortega, individuo de terquedad reconocida, con el tiempo se daría cuenta lo equivocado que estuvo, al atestiguar con consternación como la extraña enfermedad que él se negó aceptar, se propagaba con una espantosa rapidez fuera de todo control, hasta convertirse en una incontrolable epidemia general.

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Ataque Frontal a la Peste Negra. Parte I

Al darse cuenta las autoridades sanitarias de la gravedad de la situación y del gran reto que tenían que enfrentar, acordaron tomar medidas emergentes. Lo primero que hicieron fue la clausura inmediata del caño del desagüe que como monumento a la irresponsabilidad se encontraba a flor de tierra por toda la ciudad; seguidamente se limpiaron las calles, patios, corrales y se quemaron todas las casuchas y jacales en los que se habían presentado focos infecciosos.

Adicionalmente se establecieron centros de aislamiento (Lazareto de Belvedere) y una estricta supervisión en el transitar de las personas que entraban y salían de la ciudad.

El centro de aislamiento primeramente se estableció en el área del manicomio del Hospital Civil y posteriormente en el Lazareto de Belvedere y la intención de tener estos centros era mantener a la gente infectada aislada y así evitar que la epidemia se esparciera.

En forma tajante se cerró el Puerto al tráfico marítimo, por lo tanto la única entrada y salida de la ciudad era a través del Estero del Infiernillo y era ahí, a la altura de la Garita de Juárez, situada en lo que ahora es la Calzada Gabriel Leyva, el lugar en el que se revisaban y desinfectaban a los viajeros y sus pertenencias; Para acto seguido enviarlos a las “Barracas del Velódromo”, espacio en el que permanecían en “cuarentena” por espacio de diez días.

Otras medidas que se adoptaron y que sirvieron de mucho fueron: él haber dividido a la ciudad en seis cuarteles, los que eran atendidos por una brigada conformada por dos auxiliares sanitarios, un Inspector y dos Médicos que tenían amplias facultades para ordenar la incineración de casas, traslado de enfermos a los centros de aislamiento, expedición de certificados y cualquier otra medida que evitara la propagación de la epidemia. Estos grupos eran eficientemente adiestrados y guiados por el Dr. Martiniano Carvajal, eminente Médico de preparación académica excelente, con una vocación de servicio comunitario que iba más allá del simple cumplimiento del deber y poseedor de un gran temple y valor para tomar decisiones.

A este eminente médico se debe en gran parte, que la ciudad haya podido triunfar sobre la peste negra, sus medidas además de tener mucho sentido común, fueron muy acertadas.

Decálogo de medidas que estableció el Dr. Martiniano Carvajal para el combate de la epidemia:

  1. Inspección domiciliaria casa por casa para detectar enfermos.
  2. Aislamiento riguroso de los enfermos.
  3. Desinfección cuidadosa de habitaciones, ropa de uso, cama y enseres domésticos.
  4. Exterminio de ratas, ratones y pulgas. (Pago de 5 centavos por cada rata muerta) Tan sólo en el año 1902 se aniquilaron 29,608 roedores.
  5. Prohibición de salir y entrar a la ciudad sin el previo reconocimiento médico y la cuarentena obligada.
  6. Prohibición del libre tránsito por los esteros.
  7. La cremación estricta de toda la basura.
  8. La supervisión de que la comunidad mantuviera un aseo riguroso. (aquí se hacía un énfasis muy especial a las mujeres por ser más susceptibles de contraer la epidemia, esto por las anacrónicas y añejas costumbres existentes. Siendo una de las más curiosas la de no usar calzoncillos).
  9. Incineración de casas que no fueran susceptibles a desinfección apropiada. (Durante el periodo que estuvo vigente la epidemia se incineraron 1052 casas de las 4853 que existían en todo el casco urbano).
  10. El enterramiento de los cadáveres, amortajados en una sábana empapada con una solución de bicloruro de mercurio y su depósito en fosa profunda entre dos capas de cal viva.

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Ataque Frontal a la Peste Negra. Parte II

 

La lucha contra la epidemia se tornó extenuante, las brigadas sanitarias no tenían descanso, día y noche a las bombas desinfectantes se les veía pasar por todos los rumbos de la ciudad y las autoridades en un esfuerzo para aliviar y detener a este brote epidémico decidieron tomar dos urgentes medidas; una consistía en vacunar a la población con la solución de Haffkine y la segunda en regalarles el suero hiperinmune de Yersin, pero desafortunadamente, no obstante las buenas intenciones, la desesperada población empezó a correr el rumor de que la vacuna lo único que hacía era acelerar el contagio y las medicinas sólo eran venenos disfrazados, entregados por el Comité de Salubridad para que los contagiados murieran con mayor rapidez. Así que con estas actitudes podemos darnos cuenta que irónicamente la lucha no solo era contra la espeluznante epidemia, también era necesario combatir contra la tremenda ignorancia de las personas.

La peste bubónica trajo como consecuencia cambios muy significativos a la ciudad, bajo este contexto resurgió una comunidad con una nueva cultura de lucha, más unida y con una nueva y más sana perspectiva de enfrentar a los problemas. En ese sentido es como se da la formación de la Junta de Caridad, que la integraban respetables miembros de la iniciativa privada y que se creó para proponer medidas y aplicar recursos monetarios para el combate de la epidemia. Esta Junta era integrada por los Señores: Alejandro Valdés Flaquer, José H. Rico, Carlos Voldquardsen, Roberto Henderson, Alejandro Loubet y Guzmán, Luis Canobbio, Bernardo Huthoff, Emilio Philippi, J.G. Claussen, Adolfo Storzel, Antonio Díaz de León, Andrés Avendaño, Baldomero Herrerías y los hermanos Alejandro y Carlos Melchers. Bajo el liderazgo de José H. Rico, los integrantes de esta junta informaban a la comunidad, que ante las circunstancias tan adversas por las que la ciudad estaba atravesando, su condición de buenos cristianos no les permitía permanecer impávidos frente al dolor que afectaba a muchas familias Mazatlecas.

La Junta de Caridad, propuso diversas medidas inmediatas, que vinieron a coadyuvar a las ya establecidas por el Consejo Municipal de Salubridad. Igualmente instituyo un fondo inicial de $15,000 pesos oro, al tiempo qué nombraba a la comisión encargada de allegar recursos para sufragar los fuertes gastos qué implicaban los diferentes programas higiénicos qué se estaban estableciendo en la comunidad.

El siguiente paso de la Junta de Caridad fue; el emitir un llamado urgente de auxilio a todas aquellas instituciones, corporaciones y miembros de la sociedad civil del país y el extranjero, para que se sumaran a esta lucha sin cuartel en contra de la implacable epidemia.

Este llamado de auxilio, registró una respuesta solidaria nunca antes vista, de todas partes de México y del extranjero se empezaron a recibir ayudas, los donativos provenían de muy diversas fuentes: Dependencias de Gobierno, Asociaciones de Beneficencia, Grupos de Comerciantes Alemanes, Franceses y Españoles, Ligas de Asistencia Católicas, Cofradías Masónicas. Era muy agradable constatar como todos al unísono se abocaban en el esfuerzo de rescatar de las garras de la pavorosa epidemia al Puerto de Mazatlán.

La inclusión de la Junta de Caridad en la ofensiva contra la epidemia fue de mucho peso, para que los gobiernos a nivel Estatal y Federal se involucraran más participativamente y bajo este contexto de abierta y decisiva colaboración es que se crea la Junta de Sanidad Federal, cuya responsabilidad principal sería la de canalizar y supervisar el correcto buen uso de toda clase de ayuda de origen federal en acciones y obras de saneamiento. Para lo cual se le había dotado de un fondo emergente de $20,000 pesos oro.

Esta sana conjunción de esfuerzos, empezó a dar frutos en forma inmediata; Mientras que la Junta de Caridad se concretaba a construir el Pabellón del Lazareto de Belvedere, la compra de desinfectantes, pago de salarios a médicos y auxiliares de sanidad, adaptación del Fuerte 31 de Marzo como centro de cuarentena, el levantamiento de las Barracas de aislamiento en la calle Porfirio Díaz – que hoy lleva por nombre Aquiles Serdán – y la construcción del grupo de edificios que se llegaron a conocer como las barracas del “Velódromo” y que se utilizarían para colocar en cuarentena a todo aquel viajante que quisiera entrar o salir de la ciudad.

Por su parte la Junta de Sanidad Federal, empezó con la regeneración y azolve del infame canal de desagüe, que como monumento a la inmundicia atravesaba la ciudad, hasta desembocar en el Estero del Astillero. Así mismo se le responsabilizó con la coordinación de todas las acciones sanitarias, el emparejamiento de las calles, secado de charcas, lagunas y de ofrecer un servicio eficiente de recolección de basura.

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Fin de la Peste Negra

Después de casi tres años de una intensa e incesante lucha, la peste bubónica poco a poco fue cesando su implacable flagelo sobre la ciudad. Las acertadas medidas higiénicas habían logrado lo que para muchos parecía algo imposible.

Llevadas por las circunstancias que se estaban presentando, en las que se podía observar una sustancial mejoría, las dos Juntas de Asistencia realizaron una evaluación estricta de la situación existente y el acuerdo al que llegaron fue;

  • de restringir paulatinamente las actividades de supervisión y control médico, por lo que procedieron a cerrar puestos de control, reducir personal de apoyo sanitario e iniciar los trámites para la disolución de las Juntas de Asistencia.
  • A finales del mes de Febrero, se presentan algunos brotes por el rumbo de Cerritos, El Confite y el Conchi y no es sino hasta el 13 de Marzo de 1903, cuando se presenta el último caso de peste bubónica en la ciudad. Este suceso ocurrió en la Quinta Echeguren, lugar en el que se detecta que uno de los sirvientes de la casa se encontraba infectado.
  • Después de esa fecha sólo se escucharon rumores pero nada acontecía como para darles validez; uno de estas pláticas de banqueta aseguraba que un niño de apellido Ward había caído víctima del mal el día 13 de Mayo; pero después se comprobaría que este infectado había adquirido la enfermedad en el poblado de Siqueros, que junto con la comunidad de Villa Unión, eran las comunidades en las que aún se podían encontrar vestigios de la epidemia.
  • La Junta de Caridad, finalmente fue disuelta el 30 de Julio de 1903, no sin antes realizar ciertas acciones que garantizaran que la peste no regresara a tierras Mazatlecas. Dentro de este contexto se dieron los pasos necesarios para clausurar al viejo panteón y crear uno nuevo; igualmente se quemó el Lazareto y se construyó uno de menores dimensiones que sirviera, para tener un control de posibles infectados; se estableció un gabinete de análisis clínicos y bacteriológicos para estar en la posibilidad de detectar cualquier epidemia con el suficiente tiempo y se iniciaron los trabajos de la estación sanitaria de arribo en la “Isla del Crestón”, la que serviría para prevenir la llegada por mar de cualquier marino o pasajero infectado.

Se puede afirmar que estos sucesos tan impactantes para la historia del Puerto de Mazatlán, pusieron a prueba la entereza y el valor de sus gentes, pero también fueron el parteaguas que dio nacimiento a una comunidad, con otra manera de ver y enfrentar los retos que se les presentaran.

Sólo agregaríamos: que nuestros antepasados con su entereza dejaron huella y con su fortaleza y tesón se ganaron nuestro eterno respeto.

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Y va para la historia una “epidemia” más: Coronavirus o Covid – 19

Los Virus la mejor herramienta de los poderosos para ocultar sus atrocidades

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Apreciables lectores:

Permítanos hacer una reflexión acerca de la situación que vive el mundo con respecto a el virus Coronavirus o Covid – 19, virus de una letalidad tan baja que por décadas ha pasado desapercibido, sin querer decir que no existe. Pero de eso a que nos lo quieran vender como algo catastrófico, que lamentablemente lo están logrando, pero en realidad es nada más y nada menos que una cortina de humo que tiran los pomposos poderosos del mundo para ocultar sus atrocidades. Así que no podemos dejar de asentar lo que creemos y sabemos al respecto de esta monstruosidad en contra de la humanidad, lo que apuntamos a continuación:

Mazatlán de cuando en cuando cae infestado por una de estas pestes, unas reales, otras producto de los maquiavélicos enjuagues de los poderosos léase, políticos y financieros

Entre las reales destacan: La temible Peste Negra, la Amarilla, que en verdad asolaron Mazatlán y otras que no causan tanto ruido mediático, pero muy letales, como el Dengue, la Rabia, el Sarampión, la Viruela, La Lepra, entre otra más

Entre las implantadas con fines netamente distractores destacan: El Ébola, El Sida, La Influenza, La Fiebre de las Vacas Locas, entre miles más, siendo la versión más reciente un virus que siempre ha estado ahí y que no ha causado mayores preocupaciones dada su baja letalidad mortal, nos referimos al ahora famoso: “Coronavirus” o más elegantemente llamado: Covid – 19.

Y resulta que este, ahora, reiteramos, famoso virus, salta a la fama:

  • Primero: en medio de una situación netamente de enfrentamiento entre las potencias mundiales de la economía, pero no nos referimos a enfrentamientos militares, que también los hay, sino comerciales y de expansión financiera, léase, invasiones.
  • Segundo: en medio de una insostenible situación de las deudas externas de los principales países llamados “”Ricos”, principalmente USA, que en realidad está a punto de explotar su deuda externa con consecuencias no predecibles y;
  • Tercero; a situaciones electoreras, particularmente en USA.

La combinación de los tres factores anteriores, más la forma tan asquerosa de los poderosos de trasladar sus quebrantos a quienes menos culpa tienen de sus errores, el ciudadano de a píe de todo el mundo, lo cual han venido haciendo con un éxito pasmoso y así vemos que por ejemplo en México, ahogaron la monstruosa situación financiera mundial y mexicana con la crisis de la influenza y de violencia,

Ahora, en 2020, sucede lo mismo, pero con una novedad, el Virus Covid – 19 o Coronavirus, mutó fuera de las mutaciones normales de los Virus, es decir, que crean resistencia a las vacunas o medicamentos cuando los hay y, dicho sea de paso, es otro de los negocios favoritos de las farmacéuticas decir, “En dos meses tendremos la vacuna” y lo cumplen, y los gobiernos del mundo se las compran por miles y miles de millones de dólares.

Así tenemos, que éste 2020 el Virus del Covid – 19 o Coronavirus es: un virus mutante financiero. Y gracias a él, las bolsas y monedas del mundo se derrumbaron contagiadas por la virulencia de un virus humano, ahora de cuello blanco, pero es bueno decir de paso, que los medios masivos de comunicación, siempre leales a este tipo de manipulaciones, y las redes sociales, se han encargado de abonar a esta causa, esparciendo rumores y provocando compras de pánico. Entre otras estupideces más.

Eso sí, rezando todos: Es que la Salud no tiene precio. Tampoco lo tiene la estupidez y no vemos la diferencia entre una cosa y otra.

Así los humanos en plena era de la comunicación, de los datos, así pues nuestra evolución. No cabe duda que seguimos siendo cajas receptoras de los mandatos de las élites asquerosas que hacen y deshacen.

Lea más de este fraude: Aquí>>

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Más de la Historia de Mazatlán: Aqu>>

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