Desear lo de los demás…

Por: MC- Ramón Larrañaga Torróntegui

Mazatlán, Sinaloa, México a 11 de Agosto del 2015.- En la vida, vamos perdiendo en tantas cosas que sin darnos cuenta aprendemos a ganar, lloramos tanto por los desafíos que al final por cansancio aparecen solas nuestras sonrisas. Nuestros padres se esfuerzan por que aprendamos a admirar al cielo y pidamos a Dios lo que necesitamos y conforme avanzamos nos damos cuenta que para lograrlo es importante ir mirando el suelo para no tropezar y caer. Tenemos que sentir valientes la soledad y el silencio para saber que somos nosotros mismos quienes entramos en nuestro ser en busca de acompañar el espíritu en esa soledad y silencio.

En la vida aprendemos a ayudar sin esperar a que se nos pida, a estar presente cuando se nos necesita para dar amor, sin deseo, a estar dinámicos sin envidias. Donde hay envidias y ambiciones egoístas, también habrá desorden y toda clase de maldad. No hay persona más carente de agradecimiento que aquella que se obsesiona con lo que le pertenece a otro y menosprecia abiertamente lo suyo propio. Carece de amor el que no puede gozar por los logros que, con esfuerzo y tesón, alcanza otro. La envidia corroe al que la padece haciéndose daño a sí mismo (a) y al que le rodea.

La envidia produce “La tristeza o pesar del bien ajeno y la emulación, deseo de algo que no se posee. ”La tristeza que nace de la envidia, degrada el espíritu del individuo al ver la felicidad en rostro ajeno, y se manifiesta como un resentimiento que busca que al otro le vaya peor. Es ese  deseo de lo que no se posee, de disfrutar algo que otro goza. Es un sentimiento de desagrado por no tener algo y el afán de poseerlo.

El llegar a ser feliz en la vida es desear nuestros sueños, no los de los demás. Cada vez que nos estamos preocupando por lo que otra persona tiene, deseando su posición, posesiones o privilegios, estamos contrayendo nuestro espíritu, cada vez que tomamos como referencia algo que no es nuestro y que nada tiene que ver con nuestra propia realidad empezamos a morir de envidia. Soñemos con lo que deseamos y proyectemos nuestra vida de acuerdo a lo que ella nos ha puesto en la medida de nuestras habilidades y capacidades. Recordemos que debemos construir nuestra propia vida, no la de los demás. Cuando envidiamos o deseamos lo que tiene otra persona, en realidad nos estamos poniendo delante de un espejo que retrata y delata nuestra condición insana: es lo que nosotros somos y cómo somos. Entender esto nos permitirá tomar conciencia de nuestras carencias personales para optar a que nos lleve a mejorar y llegar a ser diferentes.

La persona envidiosa  es venenosa, va royendo y taladrando la mente, el cuerpo, el corazón, el alma, el espíritu, la vida entera, convirtiéndose en ser atormentado y acomplejado. Su aliada es la ambición quien busca el poder, lucha por la fama, la seguridad, satisfacer su instinto animal y no disfruta de nada, muy por el contrario va sufriendo siempre. La envidia es capaz en destruir una familia, perder los amigos, por ella se llega a difamar, agredir a otra persona por no soportar que tenga una mejor casa, trabajo, familia formada, ser más inteligente o guapo (o/a), es uno de los sentimientos  perniciosos que pueden llevar a la destrucción moral del ser humano. (Competir e intentar ser un buen profesional no implica dejarse conducir por la envidia)

La envidia es un sentimiento con el que se sufre durante la vida en unos más que en otros y nos lleva a ser malas personas al provocarles sufrimiento a otros y a nosotros mismos. En realidad, todos hemos sentido envidia, pero también hemos sido objeto de las envidias ajenas, nadie logra verse sin ser tentado de padecer este mal. El envidioso lo es en razón de que es consciente de su desventaja con respecto a otra persona y desea lo que posee el otro creyendo que solo él es merecedor de contar en sus manos con eso que desea y brota el placer por despojarlo sin importar que no quede con él, por lo que es en realidad el ser más desgraciado y débil.

La envidia se quita la máscara cuando emitimos un comentario sobre lo que apreciamos en otra persona y hacemos una crítica destructiva, es en ese momento en que nos estamos proyectando hacia una posición privilegiada de la otra persona y este es el primer paso de que en algo andamos mal en materia de sentimientos, aunque normalmente no admitimos aceptar nuestros errores, ni pensamos en que con esa actitud lo único que se consigue es desenmascarar el sentimiento maligno que transportamos hacia esa persona o hacia esa ansiedad por ser nosotros los que seamos el centro de intención en esa situación que cada vez que se presenta nos produce malestar, siendo que debería ser para reflexionar con lo que contamos en nuestros propios recursos y aceptar las limitaciones que tenemos para llegar a lograrlos.

Esto nos permitiría reconocernos como personas valiosas, con un caudal de habilidades y posibilidades para sentir y hacer cosas beneficiosas al aceptarnos tal como somos y saber dónde debemos mejorar. La comparación con otras personas “No” es el mejor camino para mejorar, porque nos lleva al deseo insano. Cuando no tenemos nada bueno que decir de otra persona, es mejor callar, además de hacernos mejores, nos harán olvidar cualquier sentimiento de envidia por la riqueza que internamente disponemos.

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