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Por: Jesús Antonio Serrano Martínez
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A 80 Años de esta Hazaña Ciclista Mazatleca
En este mes de abril del 2021, se están cumpliendo 80 años de una de las hazañas deportivas más intrépidas realizadas por dos ciclistas, que montados en sus bicicletas, un primero de abril de 1941, salieron de aquí, de Mazatlán, rumbo a la ciudad de México y así, dejar plasmados sus nombres en la historia del deporte de nuestro puerto.
Esta es la historia de dos jóvenes mazatlecos, que sin importarles las adversidades a las que se iban a enfrentar, emprendieron un recorrido a bordo de sus bicicletas hacia la ciudad de México, que dejaría un recuerdo que trascendería con el paso del tiempo.
Trasladémonos al Mazatlán de a finales de los años 30´s, lugar: una esquina en donde se unen las calles Aquiles Serdán y José María Canizales. Ahí, existía la Imprenta “Luna”, propiedad de Don Arnulfo B. Luna caballero amante del deporte, en especial del ciclismo y la natación.
Esa imprenta, también era sede del Club Ciclista Mazatlán, club fundado el 16 de mayo de 1937, en donde Don Arnulfo B. Luna como presidente y demás directivos, patrocinaban y brindaban apoyo a los jóvenes amantes del pedal y la fibra.
En el Mazatlán de aquellos años, donde su población apenas empezaba a llegar a los límites con lo que hoy es la avenida Manuel Gutiérrez Nájera y después de ahí, en donde ahora es la colonia Reforma, se encontraban las famosas huertas de los chinos, a donde los habitantes de Mazatlán recurrían a comprar las verduras frescas que las familias chinas cultivaban en esa zona.
En ese tiempo, Mazatlán era una ciudad con un ambiente de mucha tranquilidad, en donde la mayoría de la juventud practicaba diferentes disciplinas deportivas y, se divertía yendo a paseos a la Isla de Soto o Lazareto, o a bañarse a los Balnearios de la Playa Norte o a la Playa Sur en donde sus tranquilas olas se extendían en las arenas de lo que hoy es la avenida Miguel Alemán.
En aquella época, del Club Ciclista Mazatlán, surgieron grandes ciclistas que lograron destacar a nivel nacional poniendo en alto el nombre de Mazatlán y de Sinaloa allende de estos mares. Entre ellos, se encontraban Manuel Soria Parra y Jesús Serrano Ibarra, jóvenes que a muy temprana edad se habían iniciado en la práctica de este deporte.
Fue en el año de 1941, cuando Manuel Soria de 18 años y Jesús Serrano de 16 años de edad, se habían propuesto ir en sus bicicletas de carreras hasta la ciudad de México, lo cual se lo plantearon a Don Arnulfo B. Luna presidente del club quién les brindaría todo su apoyo.
En aquel tiempo en que realizaron el viaje, no había carreteras, ni caminos de terracería, así que, una buena parte del recorrido lo hicieron a través de interminables brechas y marismas, llevándolos en ocasiones por caminos equivocados.
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En aquella primavera de un primero de abril de 1941, a una hora muy temprana, arropados por un tímido clarear del cielo y con un viento fresco que soplaba desde el mar, se montaron en sus bicicletas para iniciar la aventura rumbo a la ciudad de México.
En aquella fecha memorable, un grupo de ciclistas y amigos los acompañarían como despedida, unos hasta el Cerro Colorado en Urías, y otros hasta el poblado de Villa Unión, ya que ese era un día laboral.
Ese día 1 de abril llegaron un poco tarde a desayunar a El Rosario ya que a la bicicleta de Manuel Soria, sufrió la rotura de 5 rayos, al metérsele un palo en la llanta trasera durante la bajada en el arroyo de Santa Fé. Ahí mismo la medio repararon para continuar el trayecto, quitándole rayos a la rueda delantera para pasarlos a la trasera.
Al llegar a El Rosario, mientras desayunaban, dejaron la bicicleta en un taller para que la repararan. Cuando quedó lista, salieron con rumbo hacia Escuinapa.
Pasaron por Escuinapa y, al querer tomar camino hacia Nayarit, se encontraron con que ya no había carretera. Los pobladores de Escuinapa les dijeron que tendrían que irse por las marismas.
Tuvieron que circular por marismas y veredas, deteniéndose en un campo pesquero para comer.
Al atardecer, pasaron por Acaponeta y, al ver todavía luz del sol, continuaron hasta llegar a un pueblo llamado El Resbalón, en donde cenaron y se quedaron a dormir.
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Se levantaron muy temprano para continuar el viaje hacia Tepic.
-Diría mi papá que este sería el día más pesado, ya que el camino era pésimo y se perdieron al tomar una vereda equivocada-.
Se regresaron al pueblo de Rosamorada, donde desayunaron y, después, tomaron camino a Santiago Excuintla.
Cruzaron en canoa el río San Pedro y llegaron a Santiago Excuintla, donde aprovecharon para comer.
Reanudaron trepando la cuesta de Navarrete, que quedaba paralela al Caracol.
-Diría mi papá que, debido a lo pésimo del estado del camino y lo empinado de la cuesta, tuvieron que subirla empujando sus bicicletas-.
Por la tarde, con tiempo suficiente para seguir, llegaron a Tepic y preguntaron por la salida a Guadalajara, pero les dieron un camino equivocado y, con esa ruta, fueron a dar a Xalisquillo. -Contaba mi papá que, al llegar a Xalisquillo, llamaron la atención de los habitantes y fueron seguidos hasta la plazuela por un grupo de chamacos-.
Las autoridades de ese pueblo, al darse cuenta de su presencia los atendieron y, en una escuela ubicada a un costado del Palacio Municipal, los acomodaron para que ahí durmieran.
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Este día madrugaron, y por indicaciones de un amigo de mi papá, se regresaron a Tepic para, de ahí, tomar camino por San Cayetano y así poder salir hacia Guadalajara. Así lo hicieron, llegando a desayunar a un pueblito en donde sus habitantes se dedicaban a moler caña de azúcar y elaborar piloncillo.
Cruzaron por la falda del volcán Ceboruco, por un camino muy malo, entre piedras y arenales.
Llegaron a comer a Ahuacatlán y, saliendo de ahí, apretaron el paso para llegar a Ixtlán del Rio todavía con el sol en el firmamento. No se detuvieron en Ixtlán del Rio y se propusieron como meta llegar a Plan de Barrancas.
Al llegar a las curvas y pendientes de Plan de Barrancas, los sorprendió la noche y los descensos los realizaron a grandes velocidades, iluminándose el camino con una pequeña lámpara, sin imaginar, después comentaría mi papá, que lo oscuro que miraban al lado del camino, eran barrancos y desfiladeros, y que un error pudo haberles provocado un accidente.
Pararon en el pueblo de Plan de Barrancas, para cenar y dormir.
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A hora muy temprana reanudaron su camino y se detuvieron a desayunar en La Quemada. Después continuarían y, al llegar a Tequila, Jalisco, se sorprenderían al encontrarse con la carretera pavimentada.
Al filo de mediodía llegaron a Guadalajara, donde los recibió un amigo de nombre Manuel Parra y su hijo Manuelillo, también ciclista, amistades de Mazatlán que se habían ido a radicar a esa ciudad.Ahí en Guadalajara perdieron unas horas, ya que un grupo de amigos los llevarían a los periódicos y estaciones de radio en donde los entrevistaron. Los invitaron a comer y después los acompañaron a la salida rumbo a Morelia ya que en aquel tiempo era la única vía.Ese mismo día llegaron a dormir a un pueblo de nombre San Pedro, localizado a las orillas del Lago de Chapala.[/accordion] [accordion title=”5 de Abril” icon=”” state=”no”]
En cuanto estaba por amanecer tomaron camino, pedaleando por el margen derecho del Lago de Chapala llegando a desayunar a San Luis Soyotlán, en los límites de Jalisco y Michoacán.
Se propusieron como meta la de llegar a Zacapu Michoacán, en donde se quedaron a dormir, hospedándose en un hotel propiedad de una tía de Manuel Soria, siendo esto una sorpresa, ya que Soria no conocía a la tía.
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Este día, en cuanto aclaró el cielo, se montaron en sus bicicletas y cruzaron por Morelia, treparon por Mil Cumbres y observaron uno de los paisajes de vegetación más hermosos de la naturaleza, al igual que el Lago de Pátzcuaro.
Esa noche cenaron y durmieron en Zitácuaro.
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Última etapa del viaje.
Muy de madrugada salieron de Zitácuaro rumbo a la ciudad de México.Cruzaron por Toluca, treparon el Monte de las Cruces, que sería la última cuesta del viaje, -porque diría mi papá que, después, todo el camino seria pura bajada-.Entraron a la ciudad México al filo de al mediodía.Adelante del Panteón de Dolores, se detuvieron en una agencia y taller de bicicletas y preguntaron por la ubicación del Club Pedal y Fibra, de Manuel Ruiz Sánchez, persona que deberían de ver a la llegada.El dueño del taller, muy atento, mandó un joven con ellos para que los acompañara hasta la colonia de Los Doctores, lugar en donde estaba ubicado el Club Pedal y Fibra.Al llegar a este club, se dieron cuenta de que varios ciclistas se estaban organizando para ir a su encuentro y que, entre ellos, se encontraba el señor Antonio Muro y otras personas de Mazatlán.A don Antonio Muro y a las otras personas, los había enviado Don Arnulfo B. Luna a la ciudad de México, para que le comentara al señor Manuel Ruiz Sánchez del viaje de Jesús Serrano y Manuel Soria.El señor Antonio Muro ya le había dicho al señor Manuel Ruiz Sánchez a que altura venían, ya que se había enterado de que Soria y mi papá habían dormido en Zitácuaro.Al llegar Soria y mi papá al Club Pedal y Fibra, los ahí presentes se sorprendieron, ya que no los esperaban tan pronto.Habían llegado antes de tiempo.En seis días y medio realizaron ese recorrido a la ciudad de México, lo cual fue considerado, en ese tiempo, como una hazaña del ciclismo nacional y mazatleco.Permanecieron una semana en la ciudad de México, recibiendo grandes atenciones durante la estadía. El Club Pedal y Fibra le entrego una medalla a cada uno como un reconocimiento al mérito deportivo. Los llevaron a los periódicos a la radio, tuvieron una entrevista con el cronista y comentarista deportivo “El Mago” Septién. Los llevaron a cenar al Casino Español y algunas otras actividades.[/accordion] [accordion title=”De Vuelta a Mazatlán” icon=”” state=”no”]
Cuando se regresaron a Mazatlán, un tío político de mi papá, el señor Sotero Gete Contreras, les daría 150 pesos para que se ayudaran con los gastos. En aquel tiempo esa era una muy buena cantidad de dinero y el regreso lo hicieron también en sus bicicletas, sin menos presiones quedándose a conocer ciertos lugares importantes por donde pasaban, lo que les tomó 12 días de camino durante el regreso.
Habían acordado llegar a Mazatlán el 5 de mayo, para participar en un desfile que había organizado el Club Ciclista Mazatlán para darles la bienvenida.
El día 4 de mayo, un poco antes de llegar al poblado de Villa Unión, fueron a su encuentro un grupo de ciclistas. Pero, ese día, mi papá y Soria durmieron en esa sindicatura para estar a la 08:30hrs en Mazatlán.
Ese día 5 de mayo, a muy temprana hora, tomaron camino a Mazatlán y, antes de llegar a Urías, se sorprendieron al observar que, a lo lejos en el Cerro Colorado, se miraba un pelotón de ciclistas que los esperaban, y que eran encabezados por don Arnulfo B. Luna, quienes les dieron la bienvenida y los escoltaron hasta Mazatlán para incorporarse al desfile con los demás ciclistas que los esperaban.
Durante el recorrido del desfile por las calles del puerto fueron ovacionados por los mazatlecos y felicitados personalmente por el Presidente Municipal de aquella época, el señor Federico Cuevas, dando así por terminada una aventura que había iniciado en la primavera de aquel lejano 1941.
Este fue, uno de esos de los tantos pasajes de una memoria deportiva imperecedera, que se quedó escrita como un recuerdo imborrable, así como las huellas en las piedras al romper de las olas en los acantilados de nuestro querido Mazatlán.
Fin
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