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Texto: MC Ramón Larrañaga Torrontegui
 
Será que a veces me despierto como si anduviera en las nubes o quedé permanentemente sentado mirando desde mi cielo el mundo de los mortales, ese día y ese momento que existe alrededor de mí como un sentimiento de liviandad que no me deja percibir correctamente mi realidad, o interactuar con ella. Un el sentimiento inevitable, aún con tropiezos, o ese afecto que da paso al amor. Hay días en los que te levantas pensando que la mentira es tu realidad, que deseas no se vuelva a repetir. Días en los que la cálida llama va creciendo, como una pequeña luz en la oscuridad.
 
En los que el fin del camino se ve más próximo que su inicio. En los que la sombra del futuro incierto infunde incertidumbre en la llama intelectual y la hace temblar tanto que resplandece sin parar.  Son de esos días en los que dejamos que sea el día el que decida ¿Cuál será la mejor opción? Dejar que el tiempo resuelva si protege lo que la distancia se esfuerce en destruir o crear sentimientos con una fuerza tan grande que aunque se esfume en un instante deje una huella que perfore lo más profundo de los corazones.
 
Deseo, darle las gracias y decirle al amigo que durante años me ha prestado libros sabedor que no cuento con los recursos suficientes como para adquirir el nivel de lectura que ocupa mi espíritu para mantenerse tranquilo, no me queda más que darle las gracias.  Hace muchos años empecé con esa gran aventura desde el  momento de recibir en mis manos el primer libro “Escolar”, es aquellos lejanos años, no sabía lo que iba a pasar. La aventura que me ha acompañado desde que era un niño no ha llegado a su fin.
 
Posteriormente me fui entusiasmando y vinieron una serie de autores; siendo honesto conmigo mismo no puedo negar que una parte de mi vida está en esos libros. Viene a mi mente el recuerdo de los días en que la escuela era más bien una gran sala de lectura.  Había tareas, preocupaciones por cumplirlas, la fantasía de aquél mágico mundo al que llegaba a través de las páginas de los cuentos. En esos días, aquellos libros eran mi manera de entretenerme. Con cada uno, sentía como si en sus páginas fuera a encontrar las soluciones a mis propios problemas. Poco a poco me sumergí a mi mismo en la historia y aunque al principio me puse en los zapatos del escritor, luego tomé un lugar propio iniciando los míos. Ya era yo mismo presenciando todos los sucesos y llevándolos a donde deseaba terminaran o pasaran.
 
Aún esta última vez, no pude evitar el escapar de esta realidad y viajar por algunos instantes a los terrenos en donde paseaba de niño, a todos los rincones donde yo mismo soñé mis propias historias, esperando que tal vez algún día  supiera el verdadero final o que tendría que esperar el mismo para que ya adulto fuera capaz en escribirlo. Ahora que ha llegado la madurez total no tengo arca para guardarlos en el cerebro y prefiero queden plasmados en estas letras como esos recuerdos tan grandes que brotan a cada instante.
 
¿Cuantas veces no me identifiqué con aquél niño de pantalones rotos y cabello sucio? ¿Cuantas? veces no compartí con él la soledad que se tiene por ser diferente a los demás, el júbilo de saberse entre verdaderos amigos. Mucho de lo que ahora soy está basado en las hazañas de esos libros, en mis propias aventuras, cuyas proezas solo han logrado crear una más grande, real. Pero ahora, la historia ha terminado y mi camino sin duda alguna se separa definitivamente de las ideas del colegio. Yo tengo ahora una ideología no ajena pero si diferente a la del mundo escolar. Estas líneas solo son para recordar mi ilusión al pensar en el recinto interno que lucha por salir en mis locas ideas.
 
Deseo darles las gracias a quien dedique un tiempo a leer esto que escribo y decirle que garabateo con la esperanza de que ambos terminemos iluminándonos un poco con esa gracia divina que llamamos pensamiento creador, divergente, pensante, razonado, crítico. ¿Porque me ocupo en escribir tanto tiempo? Por la sencilla razón de que al escribir en principio me ilumino “Yo” y a los que leen, tienen la facultad en iluminarse compartiendo conmigo la forma de pensar o estar totalmente en desacuerdo ya que creo  es una lástima que nosotros nos ocupemos más en adornar por fuera que por sentir por dentro. Me incluyó no por decencia, sino por propios méritos. Deseo antes que nada pedir perdón: A quienes he ofendido, no sólo en este escrito, sino toda mi vida. Y es que ha como nos estamos comportando  ya no sabemos ni para donde ver.
 
 Deseo que cambiemos, que pasemos de ser infames a humildes que exista nuevamente la esperanza, para quienes están  a medio camino de su vida y que prácticamente son más del 60%. A ellos deseo darles aliento para que sigan dando pasos para adelante sin importar el a la cola y que crean en ustedes mismos, que van a llegar a donde se lo propongan, que van a encontrar las soluciones a los problemas que nuestra generación no supo encontrar, que van a dejar de creer en las mentiras con las que nosotros desayunamos, comimos y cénanos durante toda nuestra vida.
 
Deseo esos placenteros minutos en silencio para enfrentar la avalancha de dudas que me atormentan a diario sin encontrar respuesta mucho menos paz espiritual. Olvidarme de ese mundo de remordimientos y preocupaciones que hacen siempre este intranquilo pensando que todo está pasando y, yo sin ser capaz en detenerlo. Eso es todo, puede que no sea mucho, pero creo que es lo necesario. No para mí, sino para todos nosotros.

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